La Vecinita 1 - Relatos Eróticos

La Vecinita 1

Contaba con 32 años cuando entre a vivir en aquella comunidad de vecinos del sur de Madrid. Por fin había conseguido emanciparme, y aunque era un segundo piso sin ascensor, el precio era insuperable. En ninguna otra zona, por las que llevaba meses buscando había encontrado algo por el estilo.

Era un apartamentito, pequeño, pero aun siendo un bloque viejo, había sido reformado con gusto. Poco a poco fui amueblándolo, y en menos de un mes estaba disfrutando de la tan ansiada libertad de vivir solo.

Por lo que había podido ver, los vecinos, eran mayores, bastante mayores. Al ser un bloque de los años 70, los habían ido comprando y habían pasado toda su vida allí. Mi casera a diferencia era una cuarentona, más apetecible que lo que había visto por la escalera. La casa había sido de su madre, ya fallecida. Cuando enviudo, se la compró para vivir cerca de su hermana Leo. Mi casera Carmen, heredero y reformo, para ponerlo en alquiler.

Un día llamaron a la puerta, y era ella.

-Hola Juan

-Hola Carmen como estas? Pasa estas en tu casa

Carmen entro sin pensarlo, y paso hasta la cocina – comedor. (No pude evitar fijarme en su cartucheras. Era una mujer voluptuosa, pero con un culo grande, y rotundo)

-Perdona que venga a molestarte, simplemente venia, para ver que tal estas en mi casa, y si todo esta en orden. (Me decía mientras me miraba con esos ojos claros tan llamativos, y su agradable sonrisa, marcadas por arrugas de la edad. Creo que sobre unos 48 años debía tener)

-Pues la verdad, que estoy muy a gusto. Como ves ya lo he amueblado todo, me faltan algunos detalles, pero estoy muy a gusto.

-Si ya veo, que eres un chico, muy apañado. Y que lo has amueblado con gusto. Nada, yo me voy. Para cualquier cosa tienes mi teléfono, y si necesitas alguna cosa mi tía Leo vive justo debajo. Es una mujer con mucho carácter, y dictatorial, pero bueno. Ya la conocerás y me cuentas.

Se giro, y se dirigió a la puerta, en el alfeizar, nos dimos dos besos de rigor, cerré la puerta y me quedé un rato degustando el olor que desprendía, esta mujerona. Una mezcla de perfume caro, y tabaco, que debía de haber fumado antes de subir a casa.

Y sin darme cuenta me estaba sentando en el sofá, bajándome los pantalones, y haciéndome una paja de campeonato con esta casera tan morbosa…

Fueron pasando los días, y yo cada día estaba mas contento con mi situación. Entraba y salía cuando me apetecía, y disfrutaba de todo el tiempo libre que me dejaba mi trabajo.

Un día bajando por la escalera, como pollo sin cabeza, ya que llegaba tarde a unos encargos, me choque de bruces, con una señora que estaba subiendo al primero.

-Hombre, pero que es esto. no se puede bajar como una mula. Que casi que me tiras.

-Disculpe no era mi intención, iba con prisa y no la vi.

-Pero que no se puede ir así, a lo loco…que daño me has hecho del pisotón que me has dado, y me duele una costilla.

-Ay dios mío. Lo siento de veras, perdón y mil veces perdón.

Al ...