1. Cuerpo caritativo


    Fecha: 15/03/2019, Categorías: Infidelidad Autor: bnwocuck, Fuente: SexoSinTabues30

    David y Ana son una pareja de 22 y 18 años respectivamente. Ambos no se conocen hace mucho pero sin embargo la química es tan buena entre ellos que a los pocos meses de iniciar una relación decidieron vivir juntos en el departamento de él. Un hogar modesto pero con todas las comodidades necesarias, ubicado en el centro de la ciudad. En ella vivía gente de buen pasar por lo general, aunque nunca faltan los indigentes que según David: «Manchan la buena reputación de la ciudad».
    
    Solo tuvo una oportunidad de decir esto frente a Ana, que lo reprendió duramente apelando a su falta de solidaridad para con los que más necesitan.
    
    Con su tono dulce le explicó que ellos dos son privilegiados y por lo tanto su deber es compartir esos privilegios con los demás o al menos utilizarlos para el bien común.
    
    Una vez que llegó el invierno, la discusión volvió a surgir. Ya que Ana se compadecía de cada indigente que se cruzaba en su camino. Las noches de frío extremo sufría por aquellos que no tenían un hogar. David no hacía caso a sus quejas. El se sentía cómodo en el calor de su hogar. Después de todo no se lo había quitado a nadie, no debía sentir culpa.
    
    Al día siguiente Ana se cruzó con un indigente que por la tos parecía que iba a expulsar sus pulmones. Ella no tenía mucho para dar en ese momento, solo el almuerzo que había preparado para David y para ella misma. Así que sin pensarlo se acercó y se lo ofreció. Se paró frente a él y se presentó. El indigente estaba a la defensiva y ella por suerte lo presintió. Dijo que no quería molestarlo, solo dejarle su almuerzo. El indigente la miró un rato y sonrió, tomó su almuerzo y empezó a devorarlo como un animal salvaje. La muchacha quedó anonadada, no se esperaba esa reacción.
    
    Al terminar, el vagabundo le dijo en un español roto que tenía demasiado frío, si podía regalarle algo.
    
    Ella una vez más se sorprendió, creyó que con el almuerzo alcanzaría, era su buena acción del día. Además, ni sus guantes, abrigo o gorro le quedarían. El hombre medía unos 30 cm más y pesaba al menos el doble que ella. Así que no quedó más remedio que compartirles su bufanda. Se la entregó, y antes de ponérsela el indigente inhaló su aroma. Ella abrió sus ojos celestes como platos sorprendida, pero a la vez no quería juzgarlo, no era de su incumbencia. Ana intentó despedirse una vez más pero el vagabundo quería probar sus límites, así que le pidió dinero para comprar algo de licor y calentar el cuerpo. Ana buscó en su cartera y le dio el último billete que le quedaba. El indigente lo tomó y pasó a ignorarla, dando a entender que ya no necesitaba nada de ella. La muchacha supo interpretar el silencio incómodo y siguió rumbo a su trabajo. La interacción fue rara y un poco incómoda, pero ella estaba contenta de que había hecho su buena acción del día. Al fin la culpa que sentía se disipó y su mente estaba en calma.
    
    A la noche, durante la cena, le contó a David sobre su buena acción del día y, si bien, a ella se la notaba ...
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