1. El pequeño maldito


    Fecha: 05/05/2019, Categorías: Incesto Autor: Gabriel B, Fuente: TodoRelatos

    ... moviéndose como si la tierra estuviera temblando, pero lo que estaba temblando no era la tierra sino ella misma, porque detrás había alguien que empujaba su pelvis una y otra vez sobre su trasero y la hacía moverse como se estaba moviendo y además la hacía gemir como las mujeres de las películas que tanto me estaba gustando ver últimamente.
    
    Lo único que veía era la cara de mamá y el abdomen y el torso del hombre que embestía sobre ella. Pero mis conocimientos audiovisuales me hacían darme cuenta de que, a pesar de que no podía verlo, ese tipo estaba metiéndole la pija una y otra vez en la rajita de mamá, porque así es como uno se coge a una mujer, aunque hay otras maneras de hacerlo.
    
    Ella tenía una expresión rara, porque parecía contrariada, como quien es obligado a hacer una tarea que no le agrada hacer. Pero a la vez largaba esos gemidos que hacen las mujeres de las películas que ya tantas veces les mencioné, así que concluí que, contrariada o no, estaba disfrutando de lo que le hacían.
    
    Me quedé un rato pensando en qué debía hacer. Alguien me quería molestar, pero eso era realmente difícil de lograr. Además, ese video sería un tesoro para mí. Es más, de repente se me hizo muy corto, y deseaba tener más de ellos. Así que decidí ponerle esto:
    
    “Hijo de puta, ¿no sabés que no debés injuriar a una mujer? Si te cogiste a mi mamá seguro fue pura suerte, y ahora ya no te la cogés más y por eso procedés como un cobarde. Pero ya te voy a descubrir y te voy a partir la cara”.
    
    El desconocido me respondió con caritas sonrientes y lacrimosas y no volvió a escribir. Ya había largado su veneno y seguro se había quedado contento con eso. Cuando mamá regresó le pregunté si a las mujeres les gustaba que los hombres le metieran la pija en su vagina y en sus otros agujeros. Mamá me respondió que a la mayoría de las mujeres les gustaba que la penetraran por la vagina, mientras que las otras dos penetraciones eran más bien opcionales. La bucal terminaban haciéndolo más bien para complacer a los hombres, mientras que la anal era algo que hacían pocas y que además no hacían siempre.
    
    —¿Y a vos mami? ¿Te gusta que te le metan en la boca y en el culo? —le pregunté.
    
    Como dije, mamá era diferente, aunque para mí igual era normal hablar libremente con ella de esas cosas. Lo que la hacía diferente era que las otras madres no solían hablar sin pudor con sus hijos, o al menos eso me decía ella, que siempre me explicaba, por mi propio bien, lo diferente que éramos de otras familias. Mamá se inclinó y me dio un beso en la frente.
    
    —Me gusta metérmela en la boca. Pero el sexo anal solo lo hago a veces —me respondió—. Si el hombre la tiene muy grande es muy doloroso. Y esta información queda en nuestro cajón secreto, ¿okey?
    
    Nuestro cajón secreto no era físico sino imaginario. A algunos les cuesta comprender ese concepto, pero a mí, por raro que parezca, me parece algo fácil de entender. Ahí guardábamos las cosas que solo quedaban entre nosotros, como eso ...
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