1. Las casadas son honradas hasta que las desatienden


    Fecha: 04/05/2019, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Kiko, Fuente: CuentoRelatos

    Tenía dieciocho años cuando llegué a Inglaterra. Era enero y desde el taxi que me llevaba del aeropuerto de Heathrow a mi lugar de trabajo vi todo nevado. Sonreía cómo un tonto al ver todo blanco, y nunca mejor dicho lo de tonto, ya que un mes después estaba hasta los cojones de tanta nieve.
    
    Iba a perfeccionar mi inglés y de paso a ganar algún dinero. Pasé de un colegio a un hospital y luego a otro hospital pensando que iba a trabajar menos. En el segundo hospital un español cincuentón al que le conté lo de los anteriores trabajos, me dijo:
    
    -A pico y pala te quería ver yo para que supieras lo que es trabajar.
    
    Ya no me moví de allí hasta que regresé a España, con una mano delante y la otra detrás, o sea, regresé cómo fui, ya que lo que gané me lo gasté en comer, en cerveza, en vino, que era malísimo, y después de abrir los ojos en invitar a beber a mujeres. Por cierto, allí si pagabas una ronda el ligue de turno pagaba la otra.
    
    Había alquilado una habitación en la casa de un español que se casara con una inglesa. Los dos trabajaban de enfermeros, él en el turno de noche y ella, al igual que yo, en el de día. Hacían esto debido a que tenían que cuidar a una niña de tres años. Me tenían prohibido meter mujeres en mi habitación, pero eso me la sudaba, ya que los primeros meses el inglés se me atragantó, o sea, sabía leerlo y escribirlo, pero hablarlo y pronunciarlo bien ya era otra cosa.
    
    La casa tenía un pequeño jardín delante y se entraba por una puerta lateral. Al entrar en la casa te encontrabas con unas escaleras alfombradas que llevaban a los tres dormitorios del piso de arriba, uno que daba a la carretera y otro que hacía esquina con el pasillo que llevaba al tercer dormitorio. Tenía unas escalerillas también alfombradas que llevaban al trastero. En el piso de abajo, al entrar en casa, a mano derecha estaba el comedor y a la izquierda la sala de estar, a continuación de esta estaba la cocina y de la cocina se pasaba al baño. La cocina tenía una puerta que llevaba al garaje, al lado del garaje estaba la lavadora, un pilón y más allá un pequeño huerto trasero. Toda la casa tenía las paredes cubiertas de papel pintado, menos la cocina y el baño.
    
    Llevaba algo más de un mes viviendo allí. Aquella noche, Abby, la dueña de la casa, que tenía 20 años, hacía una suplencia y su suegra quedara al cuidado de la niña.
    
    Estaba sentado a la mesa de la cocina cenando chicken and chips (pollo con patatas fritas.) y bebiendo una skol en lata cuando Sara, la madre de la dueña de la casa, salió del baño con una toalla cómo única ropa que la cubría. Traía a su nieta de la mano. La niña estaba vestida. Al verme le tiró de la toalla a la abuela y miró hacia arriba para decirle algo. La toalla cayó al piso y Sara quedó totalmente desnuda. Vi sus delgadas piernas, sus tetas medianas, sus anchas caderas y su coño rodeado de vello negro. Se dio la vuelta para coger la toalla, se inclinó y me enseñó su culo gordo y su coño, coño con labios abultados ...
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