1. Su profesor particular (capítulo III): El acuerdo


    Fecha: 04/05/2019, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Edstaston, Fuente: CuentoRelatos

    ... ti. También mejor para mí, pues ya te he dicho que no me gusta tener recurrir al castigo físico”.
    
    “Se me están quedando fríos los pies. Túmbate delante de mí, para que pueda usarte de alfombra. Boca abajo. Mientras te permitiré que huelas mis zapatos.”
    
    Tomás se tumbó a los pies de Elena, de forma que ella podía apoyarlos en su espalda y colocó los zapatos bajo su cara, metiendo la nariz en ellos.
    
    Mientras Elena, abrió la mochila y empezó a examinar el contenido”.
    
    “¡Uy! Creo que alguien ha estado jugando con mis cosas. Está todo revuelto y diría que lleno de babas. ¿Lo has pasado bien con mi ropa, profesor?”.
    
    “No sé a qué se refiere, señora”, mintió Tomás.
    
    “Esto no ayuda”. “Estoy realmente enfadada: me humillaste en tu despacho., Has usado mi ropa, sin mi consentimiento; supongo que para satisfacer tus deseos y, tienes la desfachatez de negármelo”
    
    Tomás permaneció callado, tumbado delante de Elena. Con sus pies sobre su espalda y su nariz metida en su zapato... Estaba avergonzado pero muy excitado por la situación. No sabía que contestar a sus reproches, que, además, consideraba razonables”.
    
    -“Lo siento, pero me marcho. Póngame mis zapatos, que me voy. No soporto la mentira” Dijo Elena retirando sus pies de la espalda de Tomás para que éste pudiera levantarse.
    
    -“No, señora, se lo ruego. Tiene toda la razón. Usé sus cosas para masturbarme. Su aroma de mujer me volvió loco y no pude evitarlo. No me había masturbado tanto desde que era un adolescente. Pero era inevitable para un fetichista como yo: es usted demasiado bella“.
    
    Por supuesto, Elena nunca tuvo ni la más mínima intención de marcharse, pero cada vez que amagaba con hacerlo se veía más segura en su posición.
    
    “Bueno, tendrás que rogarme que te perdone”.
    
    “Por favor, Elena, se lo ruego. Haré lo que me pida”.
    
    “No me parece demasiado convincente. Quiero que hagas algo más. Recuerdo que, en tu presentación el primer día de clase, dijiste que no soportabas a los pelotas. ¿Te acuerdas? Pues bien, quiero que te conviertas para mí en eso que no soportas. Vas a hacerme la pelota. Es más, vas a ser un súper pelota, vas a ser un lameculos. Eso es precisamente lo que quiero que hagas, que lamas mi culo”. Entonces, se dio la vuelta y se colocó de rodillas en el sofá, con su espalda hacia él. Levantó su falda y bajó sus bragas, ofreciendo su culo a Tomás.
    
    “Pídeme que me quede lamiendo mi culo. Ruégame que venga a vivir contigo. Tienes que compensarme por la humillación que me hiciste pasar.”
    
    Tomás dudaba. Era fetichista de pies y fantaseaba con ser dominado por una bella mujer, pero nunca había lamido el culo de ninguna. Era un profesor de gran prestigio, más acostumbrado a dar órdenes que a recibirlas y, por supuesto, acostumbrado a ser tratado con respeto.
    
    “Vamos”. Urgió Elena. “Tu titubeo me ofende. ¿Es que acaso te da asco mi precioso trasero? ¿Sabes cuántos hombres darían lo que fuera por estar en tu lugar? Eres un afortunado, ¡te ha tocado a la lotería! ...