1. Su profesor particular (capítulo III): El acuerdo


    Fecha: 04/05/2019, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Edstaston, Fuente: CuentoRelatos

    Tomás fue rápidamente a su casa. No quería que llegara Elena y no estar allí. Mientras esperaba, estaba nervioso como un colegial. ¡Él! ¡Un hombre tan seguro en su trabajo!
    
    Cuando llamaron a la puerta deseó que Elena apareciera sola. Así fue. Allí estaba ella. Estaba preciosa, como siempre. Llevaba una preciosa blusa, una falda y unas alpargatas de esparto. Tenía el pelo recogido y su cara le pareció más bonita que nunca. Afortunadamente, no venía acompañada.
    
    -“Pase, por favor”.
    
    -“Bueno, solo vengo a recoger mi mochila. Gracias por molestarse en guardármela”.
    
    Tomás enrojeció mientras decía “no ha sido ninguna molestia”, mientras recordaba todas las veces que se había masturbado oliendo y lamiendo aquella ropa.
    
    - “Elena, ¿no hay ninguna posibilidad de que reconsidere la posibilidad de retomar el pacto que me propuso?”.
    
    - “No. No es buena idea. Además, usted mismo me echó de su despacho. No sabe lo humillada que me hizo sentir”
    
    - “Le pido perdón. Si hay algo que yo pueda hacer para que reconsidere su idea…”
    
    Elena quedó en silencio durante unos largos segundos mirando a Tomás a los ojos. Podía ver la súplica y el deseo en ellos. Sabía que haría cualquier cosa por que se quedara. Eso no hacía más que aumentar su confianza y su posición de fuerza.
    
    -“Bueno”, empezó Elena. “Podría empezar por pedirme perdón de manera sincera. ¿Puedo pasar?”.
    
    -“Por supuesto, entre”.
    
    Elena pasó y Tomás cerró la puerta.
    
    -Siéntese. ¿Quiere tomar algo?”.
    
    -“Sí, gracias. Tráigame un refresco, por favor”.
    
    Tomás le llevó el refresco a Elena y se sentó frente a ella.
    
    -“Señor profesor, voy a ser clara. Después de la humillación que sufrí en su despacho, me siento incómoda ante usted. No estoy acostumbrada a eso. Así que, si quiere que lo perdone, tendrá que humillarse un poco ante mí, para compensar la humillación que me hizo pasar a mí”.
    
    -“¿Cómo podría…?”
    
    -“De momento, lo primero que quiero es que no se siente en mi presencia a menos que yo le dé permiso. Póngase de rodillas para mostrarme respeto”.
    
    Tomás, dejando a un lado su dignidad, se puso inmediatamente de rodillas e intentó besar los pies de Elena, pero Elena no lo permitió.
    
    -“No le he dado permiso para besar mis pies. Todavía no tenemos un trato. Antes quiero que me escuche con atención.”
    
    Tomás se retiró, pero se mantuvo de rodillas frente a Elena, que siguió hablando:
    
    -“Bueno, si finalmente aceptara venir con usted, tendría que ser en una posición de sumisión hacia mí. No he practicado nunca relaciones de sadomasoquismo, ni me atrae esa estética, pero sí que soy una persona dominante y con capacidad de liderazgo. Soy caprichosa y comodona, me gusta que me sirvan, así que, si vengo a vivir aquí, tendrá que estar a mi servicio, pendiente continuamente de mis necesidades. Es decir, no me conformaría solo con mi matrícula de honor en su asignatura y con el alojamiento, sino que quiero encontrármelo todo hecho en la casa: mi ropa lavada, la casa limpia, la comida ...
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