1. Las clases de natación


    Fecha: 10/09/2020, Categorías: Fetichismo Gays Autor: Anonimo, Fuente: SexoSinTabues30

    ... sonrisa bobalicona y, apartándome, cerró él mismo la puerta, encerrándose conmigo.
    
    Quise preguntar qué hacía, pedir explicaciones y exigirle que saliera de inmediato o me dejara salir a mí. No quería estar tan cerca de él en un espacio tan diminuto, y mucho menos si corría el riesgo de que alguno de nuestros compañeros más rezagados se dieran cuenta e hicieran bromas a nuestra cosa. Él sabía perfectamente que yo no hablaría, por miedo a ser descubiertos, y haciéndome un gesto con las manos mandándome guardar silencio, procedió a desatar el nudo de su bañador y bajarlo de un tirón hasta los tobillos.
    
    Levanté la mirada al techo, pero notaba perfectamente lo que estaba haciendo. Levantó una rodilla y después la otra, sacándose la prenda y colgándola a continuación del pomo de la puerta. Al contrario que yo, Héctor no había traído ropa de cambio. Tendría que volver a ponérselo o salir y pasearse desnudo hasta su taquilla. Con algo de suerte, los demás se habrían ido, a no ser que nos esperasen. También era probable que el profesor, en vistas de que un par de alumnos no salían, entrase a revisar que todo anduviera como Dios manda.
    
    —¿Qué haces, gilipollas? —susurré, pretendiendo más que leyera mis labios a que lo escuchara.
    
    Hizo un gesto con la barbilla. Lo interpreté como un «te toca», pero me negué. No me iba a desnudar delante de él. De pronto, agarró mi bañador y empezó a tirar. Sujeté sus manos, lo aparté, pero insistía en que lo hiciera y, al final, por acabar cuanto antes, cedí, colocándome de espaldas a él. Me lo bajé lentamente, esperando que le diera asco ver mi trasero y admitiera que solo había sido una broma, pero permaneció en su sitio, observándome por encima del hombro. Cuando levanté una rodilla y liberé la pierna derecha, noté su aliento en la oreja. Se había inclinado para comprobar si estaba en lo cierto, es decir, si tenía o no pelo.
    
    Agarré rápidamente los calzoncillos e hice el amago de ponérmelos, pero él me los arrebató de un tirón, levantando el brazo para ponerlos lejos mi alcance. En un intento desesperado por recuperarlos, me di la vuelta, tal y como él deseaba, y expuse mi pene cubierto de espeso vello negro. Me planteé darle un puñetazo, incluso atacar y tratar de derribarlo, pero era demasiado arriesgado. Nos oirían y, por si eso fuera poco, tendría que enfrentarme a alguien desnudo.
    
    Me detuvo con una mano, pidiéndome que me tranquilizara y, borrando la sonrisa de su rostro, se quedó pensativo, observando mi desnudez. Comprendí entonces su obsesión con el hecho de que yo tuviera pelo: a él aún no le había salido o, para ser más exactos, le había salido muy poco. No me había fijado hasta ese momento, pero sus axilas también eran claras y lisas. No es que nuestros otros compañeros y yo tuviéramos un bosque, pero ya empezábamos a notar cómo brotaba la promesa de una jungla. Y Héctor, que parecía tan atrevido y lucía tan alto y crecido, ansiaba el momento en que su miembro luciera como el de Juan o el mío, ...