1. Las clases de natación


    Fecha: 10/09/2020, Categorías: Fetichismo Gays Autor: Anonimo, Fuente: SexoSinTabues30

    Este episodio verídico se remonta a mi segundo año de instituto (13-14 años), a esas semanas del año en que el profesor de Educación Física (o gimnasia) nos obligaba a hacer natación, conduciéndonos a la piscina climatizada local. Y digo «obligaba» porque ningún alumno quería. No nos gustaba, odiábamos ir cargados todo el día con ropa de cambio, toalla y bañador, de clase en clase, y más aún tener que mostrarnos semidesnudos ante nuestros compañeros de clase. Muchas chicas presentaban excusas más o menos argumentadas y conseguían librarse, pero los chicos teníamos que nadar quisiéramos o no.
    
    Allá que íbamos, primer día de natación, algo nerviosos. La mayoría llevábamos el bañador debajo de los pantalones, y algunos incluso vestían calzoncillos bajo el bañador, lo que ya nos habían dicho que estaba prohibido. Nos quitamos la camiseta a prisa y salimos con las toallas en la mano o el hombro, presentándonos ante las chicas, sufriendo sus miradas punzantes. Nos juzgaban, escaneándonos de arriba abajo, y estoy seguro de que después comentaban nuestros cambios físicos o nuestro desarrollo, escogiendo quiénes eran los más guapos y más dotados o quiénes, probablemente mi caso, los más inmaduros y, todavía, subdesarrollados.
    
    En mi caso, era de los más bajitos de clase. Tenía el cabello de color negro y estaba delgado, puede que demasiado para gustarles. Yo solo pensaba en acabar la clase para volver a vestirme y continuar la mañana con normalidad.
    
    En mi clase no existía paridad o, mejor dicho, no había tantos chicos como chicas. Seríamos unos nueve varones frente a más de quince, y como alguno siempre se saltaba la clase de natación, sin importar que el profesor le suspendiera, el vestuario permanecía prácticamente vacío. Tampoco había otras personas. Por la mañana, en un pueblo pequeño, y a esas horas, era raro encontrar a clientes habituales de la piscina climatizada.
    
    —No os cambiéis el bañador en el WC —nos pidió el profesor—. Que luego recibo quejas porque lo dejáis todo lleno de agua.
    
    No sé qué me molestó más, si el hecho de que pretendiera que me desnudara delante de los demás o que entrase de un momento a otro al vestuario, a riesgo de encontrarnos en pelotas. Quizás a él no le importaba esa situación, pero a mí sí, y mucho.
    
    Esa norma, como la de no entrar a la piscina con los calzoncillos bajo el bañador, nos la saltábamos. Entrábamos al cuarto de baño y salíamos ya con los pantalones puestos, sin exponer nuestros atributos al resto. Había alguno más atrevido que no se cortaba y se desnudaba ante los demás. En mi clase, ese uno era Juan, el repetidor. Tenía 15 años y un miembro que nos parecía, en comparación a los nuestros encogidos por el baño, descomunal. Cuando se quitaba el bañador, girábamos nuestras cabezas haciendo gestos de disgusto.
    
    Sentado en uno de los bancos, en frente de las taquillas, esperando a que otros se cambiaran primero para ir al baño, me quedé mirando a Héctor, el más bromista de la clase, y no porque ...
«1234»