1. La criada se dejó follar pero luego...


    Fecha: 15/03/2019, Categorías: No Consentido Autor: Zorro Blanco, Fuente: TodoRelatos

    ... impoluto la mostró a los ojos de la sirvienta.
    
    Graciela los tenía como platos, ¡no podía creer que el señor le enseñara su herramienta y le pidiera lo que intuía que le estaba pidiendo!
    
    –¡Oh señor, no por favor! –dijo Graciela con horror.
    
    –Vamos Graciela, si eres complaciente yo seré generoso contigo –insistió el señor dando un pequeño paso adelante, lo que ponía su barra de carne al alcance de la boca de la sirvienta.
    
    Y con su mano en su nuca, empujó a Graciela hacia su minga erecta y dura para que esta consumase lo que se estaba preparando a hacer.
    
    Un par de lágrimas cayeron por la mejilla, tal vez un gimoteo imperceptible salió de su garganta. Justo un momento antes de que esta se llenase con el falo erecto que el señor le ofrecía.
    
    –¡Oh Graciela, sí! Es usted una criada extremadamente servicial –dijo el oso anticipándose a la mamada que se prometía tremendamente excitante.
    
    La barra de carne llenó su boca, su capuchón era como una seta, llenó su boca al instante y Graciela lo chupó sin mucho acierto, pues no era experta en estos menesteres. Sintiendo arcadas, cuando el señor, muy excitado por la situación apretó su nuca para hacérsela tragar más hasta rozarle la campanilla.
    
    –¡Oh señor, no, tan profundo no por favor! –dijo Graciela sacándola de su boca para hacer una pausa, intentado acostumbrase también al sabor amargo de aquel grueso glande.
    
    Graciela deseó que aquello acabase pronto, más el señor volvió a introducirla en su boca pidiéndole que chupara más.
    
    –¡Chupa más Graciela, me encantan las mamadas! Estaré muy agradecido contigo si lo haces bien –dijo para intentar convencerla y que fuese sumisa.
    
    Graciela trató de chupar más y más profundo, aguantó sus arcadas y trato de serenarse, esperando que todo aquello acabase pronto.
    
    Tras el segundo intento, nuevas arcadas cortaron en seco su mamada. Comprendió entonces el señor que no podía forzarla a más así que la levantó tirando de su mano y la echó encima de la mesa de su despacho.
    
    Acto seguido subió su falda y viendo sus pantis negros se los bajó hasta la rodilla, para llevarse con ellos sus bragas color carne y así descubrir su peludo allí metido entre los cachetes de su gran culo.
    
    –¡Oh Graciela! ¡Qué peludito lo tienes! –dijo el señor acariciando su pelambre desde atrás.
    
    Mas no obtuvo respuesta de la sirvienta que se resignó a su destino.
    
    –Vamos señor acabemos ya con esto, ¡por favor!
    
    Y el señor siguió sus deseos, metió su vara erecta en aquel sexo no sin antes lubricarlo profusamente con sus dedos chupados previamente, para que su saliva entrase en su raja y lubricase sus labios vaginales, abriéndose la concha como un erizo de mar, dejando ver lo rosado de su carne.
    
    Entonces el señor apuntaló su glande y lo metió poco a poco en aquel sexo abrasador.
    
    –¡Uf Graciela! ¡Qué coño tiene usted, tan caliente! Espero que siga así, ¡oh qué maravilla! –dijo el señor aferrándose a sus caderas para follarla desde atrás, haciendo que con cada culada ...