Virgen a los 40 - Relatos Eróticos

Virgen a los 40

VIRGEN A LOS 40

En la vida real las cosas son muy diferentes a lo que vemos en las pelis porno o lo que leemos en estos relatos eróticos. La mayoría de las mujeres no son animales sexuales, promiscuas y capaces de aguantar folladas por cada uno de sus agujeros. Los hombres tampoco somos todos adonis fibrosos con pollas de caballo capaces de aguantar follando horas y horas. En la vida real las cosas son más "sencillas" y las personas que interactuamos más normales, más imperfectas. El último sábado me sucedió una de esas cosas que pasan en la vida real.

Hace casi un año que me separé de mi mujer, por razones que no vienen al caso, le pusimos fin a una convivencia de 20 años. La custodia de nuestros dos hijos la compartimos y yo me tuve que buscar una casa donde vivir de alquiler. Como en muchos casos el periodo de superación de la ruptura fue bastante duro y largo. Sin ganas de salir ni ver a nadie pasé los primeros seis o siete meses. Fue después de navidad cuando decidí que era momento de levantar cabeza y salir a tomar algo. Las primeras veces fue una sensación de estar desubicado.

Después de media vida saliendo de copas con mi mujer, ahora, hacerlo con un par de amigos en mi misma situación la sensación era algo ridícula. Unos puretas de poco más de cuarenta rodeados de gente de treinta o menos.

Me costó un mes largo encontrar un lugar donde encajar. Un bar donde no parecer un buitre en busca de algo que comer. Y es que, aunque la intención no era esa sí era lo que transmitíamos. Pero como digo, por fin encontramos un lugar donde ir a tomar una copa rodeado de gente de nuestra edad, con música de nuestra época y sin nadie que nos mirase como si fuéramos viejos verdes. Pero aunque no fuéramos unos desesperados en busca de un hueco donde meterla, en mi caso la falta de sexo durante el último año me estaba matando.

Mi autoestima estaba por los suelos y mi físico hacía tiempo que había empezado su declive. Por otro lado, la falta de práctica en temas de acercamientos a las mujeres me hacía marcar ciertas distancias. Estaba totalmente oxidado y no sabía como "ligar" si la situación lo requería. Así las cosas, tampoco tenía demasiadas expectativas el sábado pasado.

Llegué al bar antes que mis colegas, me pedí una copa y vi que en una esquina de la barra estaba apostada una chica pelirroja que conocía desde hacía mucho tiempo. En espera de mis amigos me acerqué a ella y la saludé. Ella había salido con un grupo de cuatro amigas más que bailaban junto a un grupo de latinos.

Esther, que así se llamaba la chica, tampoco era una espectacular modelo de Victoria Secrets. Su mayor atractivo era lo original de pelo anaranjado. No era fea pero su actitud casi temerosa y su insuperable timidez hacían que siempre pasara desapercibida.

Habíamos coincidido en algún curso de formación muchos años atrás y desde entonces nos saludábamos más por un acto de cortesía que por una amistad real. La cuestión es que en ese momento fue mi tabla de ...