1. Mi Vecino maduro me convirtió en su puta - Parte 5


    Fecha: 01/05/2019, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Saryta29, Fuente: TodoRelatos

    ------- CONTINUACIÓN DE LA PARTE 4 DE MI HISTORIA DE SEXO Y SUMISIÓN CON MI VECINO -----
    
    Jaime conducía deprisa. Pude ver como entraba en la gran ciudad. Nerviosa, sentía como mi corazón latía. Tenía ganas de saber qué iba a pasar en esa timba.
    
    Vi como sonreía. Con esa sonrisa de sátiro. De cabrón. Que tanto me gusta.
    
    Mientras él conducía (parando aquí, girando allá) yo miraba por la ventana. Conozco muchos de esos barrios.
    
    Suspiraba, esperando no encontrarme a nadie conocido.
    
    De repente, caí en la cuenta, de que estábamos casi a punto de dejar la ciudad. La habíamos atravesado.
    
    ¿Dónde me llevaba?
    
    Vi que Jaime cogía un desvío que anunciaba uno de los barrios periféricos de la ciudad. Un barrio, no precisamente muy recomendable. Y menos, un sábado por la noche. Ese barrio tenía altos índices de peligrosidad. Nerviosa, pregunté.
    
    Al terminar de decir aquello, puso su mano sobre mi muslo. Apretando. Sonriendo, nuevamente. Aquello, me tranquilizó.
    
    Un par de minutos más tarde, vi que deceleraba el coche al acercarse a un destartalado bar de un polígono industrial en el extrarradio.
    
    Un sábado por la noche, el polígono estaba prácticamente vacío y solo había un coche aparcado en la puerta del bar. Un Renault Megane color azul. O quizás, en el momento en que lo compraron, sería azul. En ese momento, entre la suciedad que tenía el coche y la oscuridad de la noche, era imposible saber el color.
    
    ¿De quién podría ser aquel coche?, me pregunté. Unos pocos segundos después, Jaime, aparcó su coche. Justo detrás del Renault.
    
    Cogí la mochilita con el disfraz de colegiala y me dispuse a abrir la puerta del coche y bajar, pero Jaime, me detuvo.
    
    Abrió la puerta del coche..y bajó. Yo hice lo mismo. Sin mirarme, Jaime se dirigió hacia la puerta del bar.
    
    Se veía una tenúe luz en su interior a través de las ventanas, aunque la persiana de la puerta, estaba bajada. Sin duda, el dueño no quería que nadie supiera que estaba abierto. Salvo, los de la partida.
    
    Vi como Jaime golpeaba, con dos golpes secos y espaciados y luego, otros dos más rápidos. Parecía una señal previamente convenida.
    
    Aguanté la respiración. Miraba a Jaime. Le veía sonreír, pero él, miraba a la puerta. Le apreté la mano, como una novia nerviosa. Jaime, me soltó la mano. En ese momento, una mirada dura, una mueca de enfado corrió por su rostro.
    
    Interrumpió mis pensamientos el ruido de la persiana, levantándose.
    
    A los pocos segundos pude ver a Ginés. Tendría, calculé, más o menos, la edad de Jaime. Era, quizás, un poco más alto. Tenía, al igual que Jaime, una buena y generosa barriga. Pero, a diferencia de mi vecino, tenía muchísimo vello.
    
    El primer botón de su camisa, de manga larga, pese al calor que hacía, color azul, el más cercano al cuello, estaba sin abotonar. Y de ahí, salía tal cantidad de vello, que, creo, superaría en frondosidad y longitud los bosques del Amazonas o cualquier otra selva tropical.
    
    De repente, algo me sacó de mis ...
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