1. La deuda - Capítulo 3


    Fecha: 28/04/2019, Categorías: Grandes Series, Autor: sandraX, Fuente: TodoRelatos

    ... sexualidad estaba totalmente adormecida. A partir de ese día, tanto su cuerpo como su mente despertaron, crecieron, se desarrollaron de manera rápida y sorprendente. Su compañera de habitación, Ana, un año mayor que ella y mucho más precoz, no tardó en darse cuenta. En pocas semanas, los senos de Ingrid crecieron hasta convertirse en un par de hermosas tetas, dos bellísimos meloncitos. También el vello púbico se puso a crecer como si lo hubieran adobado con mil fertilizantes.
    
    A Ana le gustaban los chicos. Siempre estaba hablando de lo buenos que estaban, de las ganas que tenía que la desvirgasen, de lo bueno que tenía que ser chupar una buena polla. Ingrid la escuchaba gemir a menudo, por las noches, en el silencio monacal de la habitación. Sus gemidos no duraban mucho rato y se terminanban siempre con una especie de chillido gutural y un largo suspiro. Las primeras veces, Ingrid le preguntaba si se encontraba bien a lo que Ana le respondía riendo que sí, que se encontraba divinamente. Con el cambio físico, hormonal, Ingrid comprendió de qué se trataba y cuando la escuchaba masturbarse, ella también sentía un cosquilleo en su bajo vientre.
    
    En el internado, los aseos y las duchas eran colectivos. Y fue en las duchas donde Ingrid tuvo su primera experiencia lésbica. Con Ana. Ingrid acababa de cumplir los catorce. Como tantas otras veces, cogieron sus toallas y se dirigieron a las duchas. Ana se enjabonaba frente a Ingrid, acariciàndose sus pequeñas tetas, como si estuviera en un espectáculo erótico. Ingrid la miraba y reía:
    
    ¿Qué haces? Cómo entre la monja...
    
    Estoy muy caliente, amiga, dijo, poniendo una voz sensual a sus palabras y deslizando una mano a su entrepierna. Oh, ven, dame la mano. Tócame...
    
    ¡Estás loca! Como nos vean...
    
    Anda, no seas miedica... Qué te piensas, que estas monjas no se masturban...
    
    Ana le tomó la mano y se la condujo hasta su sexo. Ingrid se dejaba hacer, más por curiosidad que por deseo. La mano de Ana presionaba los dedos de la de Ingrid para que se hundieran en su rajita.
    
    ¿Notas mi clítoris? ¿Notas como se pone gordote?
    
    Ay, no sé yo... ¿Qué quieres que haga?
    
    Pero que inocente que eres... Anda, ven, abrázame...
    
    Se abrazaron bajo el chorro de agua caliente. Ana la besó en los labios. Ingrid se apartó tímidamente pero Ana le sostuvo la cabeza y la volvió a besar. Le buscó la lengua con la suya. Como serpientes, sus lenguas se entremezclaron. A Ingrid, aquel besó le gusto mucho más de lo que se esperaba. La boca de Ana tenía gusto de chicle de fresa. Fue un morreo eterno. Ana le acariciaba las nalgas, se frotaba contra sus muslos; le buscó el sexo sin dejar de morrearla... Le acarició el clítoris como se lo hacía a ella misma. Ingrid gemía, jadeaba... Se separaron un poco. Ingrid se apoyó en la pared de baldosas. Cerró los ojos. Ana continuaba trabajando su clítoris con los dedos de una mano. Con la otra, le magreaba los pechos, le pellizcaba y retorcia suavemente sus pezoncitos:
    
    ¿Te ...
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