1. El caso de la peruana Maia ζ


    Fecha: 20/05/2020, Categorías: Voyerismo Zoofilia Autor: MartinReisa, Fuente: SexoSinTabues30

    ... bestia.
    
    Nuestra comunicación se extendió durante un poco más de un año, hasta que en Mayo el sitio de ArtOfZoo se dio de baja temporariamente (hasta que regresen). Se comprenderá que durante ese lapso hablamos de cientos de cosas. Una comunicación que era diaria y llena de información de ambas partes. En todo ese año hubo una sola vez, sólo una, que me dijo “me voy a echar mi polvo mañanero, en un rato regreso”. Siempre iniciaba el día feliz porque ya se había anudado. Esto explica que ella no hacía nada antes de su obligado polvo mañanero. En otra ocasión me dijo: “dame unos minutos que me desanudo y seguimos charlando”, esa vez estaba desde su teléfono móvil.
    
    También le pregunté sobre el porqué éramos amigos, siendo que le desagradan los hombres. En el comienzo era ella la que siempre me buscaba para charlar, incluso insistentemente. Me respondió que charlar conmigo era como charlar con un hombre de su trabajo, claro que en vez de hablar de trabajo hablábamos de sexo, mucho más divertido, y el anonimato le permitía desahogarse y contar su vida sexual sin tapujos; y prefería contar esto a un hombre antes que a una mujer. Y dicho sea de paso, las mujeres en general no le interesaban.
    
    Otra cosa que me contó… No, mejor lo dejo aquí. Podría seguir y seguir.
    
    Tuve la gran suerte de conocer a una mujer excepcional. Ella me contó toda su vida, hasta los resquicios más miserables y nimios; y la vi desnuda de cuerpo y alma al poder contrastar toda su trayectoria vital. Quizá para ella contar todo significó una manera de exorcizar y conjurar su vida; y yo representaba un ser anónimo del otro lado que la escuchaba, la entendía y eventualmente le decía lo que pensaba. Un ser necesario por el simple hecho de escucharla y estar ahí en un momento determinado de su vida. Esta mujer me va a acompañar largo tiempo en mi vida, mientras busco a mi propia chica zoo.
    
    Por eso, mirarla desde afuera parece desolador. Como suele ocurrir en estos casos, con el tiempo fui sopesando el valor de sus palabras, y dándome cuenta de cosas que ella no me decía de manera explícita pero que estaban ahí, sobre las palabras y en el trasfondo de su forma de pensar. Le pregunté por su soledad. “Mi soledad no me pesa”, me dijo. Es una mujer sola que decidió ella misma quedarse sola en la vida, sin familia ni amigos, sin ya trato humano salvo el indispensable, en el trabajo, en la calle. Así, sola con sus machos. Me dijo que era feliz, muy feliz. Luego de muchos meses noté su profunda tristeza y resignación al abandonar definitivamente la “vida humana”; y a la vez su reposado odio a los hombres convertido en una convencida misantropía aguda que integralmente la configuraba en una dogpill absolutamente cabal. De la misanthropia (odium humani generis) a la píldora había un paso. Lo dio. Ella sublimó su dolor en los nudos de sus perros y se colocó la pastilla bajo la lengua, o mejor dicho, en el útero, y se la tragó. Eligió tragarse la píldora de manera deliberada y muy ...