1. Yo soy hijo de puta// Cap. 1


    Fecha: 22/04/2019, Categorías: Incesto Autor: JOS LIRA, Fuente: TodoRelatos

    ... hacía olvidar a esa mujer que tanto amaba. Siempre me dolió que ni siquiera se esforzara por corregirme como los padres normales. Era yo quien parecía su padre, pues desde que tengo memoria me puse a trabajar para mantenernos los dos.
    
    —Tú tienes la culpa, Kike, por darle para que trague alcohol —solían decirme mis vecinos—. Tú tan trabajador y él tan vaquetón. Deja de alimentar sus vicios, muchacho, que un día se va a morir.
    
    —Mi jefe lleva años como muerto —respondía yo—. Sé que hago mal dándole para sus vicios. Pero al menos quiero quedarme con la satisfacción de saber que si un día me llega a faltar, no se irá resentido conmigo, así como está de resentido de… esa mujer.
    
    Es que la culpa de todos sus males la tiene una tal Amelia Vidal. Que dizque mi madre. Que dizque su mujer. A pesar de que mi padre se mató en el pozo, yo siempre pensaré que murió por culpa de esa tal Amelia, mi madre, quien un 8 de abril, lo recuerdo bien, salió de casa con una falda azul con estampados de flores amarillas y una bolsa para el mandado para nunca más volver.
    
    Yo tenía cinco años de edad la última vez que la vi, y todavía puedo verla yéndose de la casa:
    
    —¿A dónde vas, mami? —le pregunté ese día, dejando el carrito de plástico que me había traído el niño Dios en navidad.
    
    —Mi muñequito de porcelana… —me dijo ella lagrimando, aunque no entendí su estado emocional en ese momento—, iré a comprarte el trailercito rojo que tanto has querido, ¿te acuerdas mi amor?
    
    —¿Me comprarás mi trailercito rojo, mami, el que vimos en el mercado el otro día?
    
    —Sí… mi vida, tu trailercito rojo…
    
    Cómo no me di cuenta de que algo pasaba cuando oí su voz quebrarse. Sus ojos color zafiro humedecerse. Y su gesto contraerse.
    
    —¡Yupi, mami…! —recuerdo haber saltado de alegría—. ¿Puedo ir contigo? —le pregunté, como si presintiera que nunca más regresaría.
    
    Ella se puso de rodillas frente a mí, para mirarme a los ojos. Me dio un abrazo muy fuerte. Acarició mis mejillas y, sin dejar de lloriquear, me dijo:
    
    —Ahora no puedo traerte conmigo, mi muñequito de porcelana…
    
    —¿Por qué no, mami, por qué no puedes llevarme contigo? —quise saber, todavía sintiendo sus tiernos dedos frotándome mis mejillas coloradas.
    
    —Es que… me voy a tardar mucho… en el mercado…
    
    —¿Cuánto te vas a tardar?
    
    —Mucho… mi amor… hasta que… pueda darte una vida mejor…
    
    —¿Qué significa eso, mami?
    
    —Nada, mi muñequito de porcelana, nada… Quiero decir… volveré hasta que… pueda traer… tu trailercito. Pero mientras vuelvo, mi niño, prométeme que te portarás bien.
    
    —¡Palabra de niño bueno, mami!
    
    Ella volvió a besarme las mejillas y la frente. Me dijo tres veces que me amaba. Y se fue. Y nunca más volvió.
    
    —¡El chocho se le calentaba, por eso nos abandonó! —solía decirle a quienes me preguntaban por ella.
    
    Cuando doña Meche, (una vecina morena, bajita, jamona, chichona y bien ricota a la que de vez en cuando me cogía) me oía decir eso, solía reprenderme, diciéndome:
    
    —No hables así ...
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