De cuernos y cornudos. Infidelidades de chicas. - Relatos Eróticos

De cuernos y cornudos. Infidelidades de chicas.

Hola, soy Lara.

Hace un año, más o menos, inicié un periplo por esta página con la intención de contarles a ustedes como había sido mi iniciación en el mundo de los cuernos. Realmente, en aquel momento, mi objetivo no era otro que narrar lo que había disfrutado siendo entregada por mi novio a aquel cabrero, de horrible aspecto y excelentes artes follatorias. Con toda mi buena voluntad intenté crear el relato más erótico que me fue posible con la intención de “contagiar” ese morbo y ese placer. A aquellos dos relatos siguieron más, hasta el total actual. ¡He vivido tantas cosas este año! Aún recuerdo muchos de los comentarios recibidos a raíz de todo ello. Todos buenos. No recuerdo ninguno malo. Tengo memoria selectiva. Tantas personas que he tenido el gusto de tratar. Todas merecen mi respeto, aunque no sé si será recíproco. Con algunos, quizás, no me porté muy bien y con otros, lo hice asquerosamente mal. Ruego que quien se haya sentido ofendido, maltratado o frustrado, me disculpe. No era mi intención. Yo, por mi parte, disculpo a todos aquellos que tuvieron cierta falta de tacto y, por descontado, a todos los que desaparecieron sin despedida.

A la vuelta de las vacaciones se inició un período de problemas y disgustos que se prolongó en el tiempo durante, prácticamente, todo el mes de septiembre y parte de octubre.

Todo comenzó cuando me tuve que pasar dos semanas de vacaciones sola en casa. Bruno tenía que trabajar y lo hacía hasta tarde. Pasamos de estar juntos veinticuatro horas a no vernos más de tres o cuatro. Además, iba cansado, no tenía ganas de sexo y yo estaba tan enfadada con él que tampoco. Ni alguna visita de Stefi lo motivaba. Yo, sin quererlo, sí que acabé poniéndole los cuernos a Bruno con ella.

Mi hermana me invitó a irme con ella (su marido y su hijo) a una casita que habían alquilado en un pueblo precioso del litoral. No quise. Conozco a mi hermana. Es buena tía, pero muy exigente y yo soy un desastre. Acabaríamos mal y no quiero malos rollos con Rosa. No quiero quedarme sin poder disfrutar de mi pequeño renacuajillo, que ya está más que guapo. Aun así, mi madre acabó convenciendo a Bruno para que fuéramos a pasar con ellos un fin de semana. ¡He contado alguna vez que mi madre está enamoradísima de Bruno, que el otro tonto le sigue la corriente y que, por eso, los odio a los dos cuando se juntan? Lo pasamos bien, no lo voy a negar, pero yo continuaba inquieta. Tenía una razón y esa razón se materializó días después. Me sucedió algo que me temía y que no por esperado me trastocó. He redactado ese suceso unas veinte veces en mi mente y unas cuantas más en este portátil. He decidido que no lo contaré. Prefiero mostrar un poquito de dignidad, porque sí, me comporte de puta pena con todo el mundo, implicado incluido. Sólo lo resumiré en unas pocas palabras: estaba tan decepcionada conmigo que decidí emborracharme. Por suerte Bruno, alertado por mi padre, lo evitó. Con todo, pillé medio pedo que me duró mucho más que el ...