1. Vaya aniversario del colegio


    Fecha: 21/04/2019, Categorías: Confesiones Autor: Astrid Carolina, Fuente: CuentoRelatos

    Hola nuevamente. Soy Carla, de Arequipa, Perú. En esta oportunidad les daré a conocer un relato de lo que me pasó en la reunión de promoción por las bodas de plata de mi colegio.
    
    Una mañana cualquiera me llega un mensaje a mi celular. Era Silvia. Una antigua compañera del colegio, que me decía que íbamos a cumplir 25 años de egresadas del cole y que estaban organizando una reunión. Sin más que pedirle permiso a mi esposo para viajar, confirme mi participación.
    
    Veinticinco años después cómo se verían todos los compañeritos. En fin, coordiné con otras amigas hasta que llegó el día.
    
    Me vestí como para la ocasión. Mi vestido se ceñía de manera ideal a mi cuerpo. No era muy corto, pero si tenía unos detalles de transparencia en la parte de arriba desde los hombros hasta el escote, algo medio atrevido pero que de hecho llamaría la atención. En especial la de Ernesto, un antiguo enamorado de colegio. Y es que cuando nos vamos a un reencuentro, lo que más queremos es hacernos notar. Unas pantimedias canelas que realzaban mis muslos, unas sandalias de taco alto y un collar de plata formaban parte de mi atuendo.
    
    Me miré al espejo y me gustó mucho lo que vi. Me maquillé sin exagerar y me puse una pulserita que me regaló mi esposo y que hacia juego con el collar. Tomé una cartera pequeña, metí la tarjeta de invitación, algo de dinero, mis documentos, un perfumito, mi labial, mi celular, las llaves y llamé un taxi.
    
    A los cinco minutos, tocó bocina el taxista. Bajé, abrí la puerta decidida a divertirme.
    
    - Buenas noches, a donde la llevo.
    
    Me extrañó ver un chico apuesto haciendo taxi. A lo más tendría unos 30 años. Le di la dirección del local y subí. Durante el viaje, noté que quería iniciar una conversación, pero yo sólo pensaba en como sería volverme a encontrar con todos mis amigos.
    
    - La noche está un tanto calurosa no le parece, dijo en voz baja.
    
    Si, un poco contesté. Pude notar que me buscaba la mirada a través del retrovisor. Desvié mi atención viendo la costanera.
    
    - Parece que será una reunión concurrida. Son varias unidades que han salido con ese destino.
    
    Si, parece que será a lo grande. Disculpe cuanto le debo, pregunté. Cancelé. Atentamente se bajó presuroso para abrirme la puerta.
    
    - Señorita – me dijo extendiéndome su tarjeta -, señora lo corregí. Tal vez me necesite para llevarla de regreso. Hoy hago servicio hasta el amanecer.
    
    Gracias, le dije, guardé la tarjeta en la cartera. Entró al taxi y partió. Me arreglé un poco el vestido, respiré profundo y me encaminé a la puerta.
    
    Sentí raro al entrar al salón de recepción. De pronto sentí las miradas. Como es obvio todos estaban pendientes de los que iban llegando. Al ver algunas miradas no me quedó duda que estaban viendo lo que yo quería que vieran: una cuarentona (ya había cumplido cuarenta y uno) bien plantada a pesar del matrimonio y dos hijos a cuestas, muy distinta a la chica de rizos esponjados, delgada y casi sin nada de pechos que era en mi época ...
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