1. Menage a trois: Nina (13), el Jefe (59) y Mandinga (el doberman)


    Fecha: 05/02/2020, Categorías: Dominación / BDSM Sexo con Maduras Zoofilia Autor: DarioCodomano, Fuente: SexoSinTabues30

    ... disparó largamente y varias veces dentro. Después le dio de beber un vaso entero de agua con Gotexc y se fue a recostar a la colchoneta a mirar TV dejándola así tirada, con las manos esposadas atrás, los tobillos separados por una barra que se apoyaba en sus espaldas y la cara contra el piso. Enseguida se le acercó Mandinga, olfateó y lamió desesperado la conchita y empezó a querer ensartarla. El Jefe, medio tapado por el televisor, no prestó atención a la lúbrica escena. El perro estuvo quince minutos desesperado, montando e intentando ensartar a su hembrita, hasta que en uno de esos intentos lo logró y empezó a cogerla desesperado, rasguñando ahora los muslitos y la entrepierna de Nina. La posición hacía más fácil la penetración y el abotonamiento, que llegó inopinadamente en medio de la cogida de diez minutos que le pegó Mandinga hasta soltarle su abundante precum. Inmovilizado, el doberman se echó sobre su amada y, después de unos minutos, le empezó a acabar perrunamente otro torrente de semen blanco. La nena, acalambrada por las ataduras, agotada por las innumerables cogidas que sus dos machos le venían pegando y drogadísima por la inagotable cantidad de Gotexc que tenía encima, apenas respiraba soltando un gemidito bajo que se parecía a un llanto pero era todo el goce que podía expresar. Tras un buen rato, Mandinga logró desabotonarse y, tras beberse dos cuencos llenos de agua (el que decía ‘Puta’ y el que decía ‘Macho’) cayó tirado ahí nomás cerca de la ducha, agotado, y dormitó largamente su siesta de macho cogedor. Recién una hora después, el Jefe, hambreado, acudió a desatar los tobillos de su esclavita del rudo fierro que las separaba, aunque le mantuvo las esposas en las muñecas. Tiró de la cadena atada al collar uncido al cuello de la nena, para hacerla parar. Las dormidas piernitas no le respondían, por lo que sus muslos y rodillas resbalaron grotescamente, depositándola en el suelo otra vez. El depravado rio y fue a sacar una bolsita de merca y su tubo broncíneo para darle a aspirar a la nena. La levantó tironeando de uno de sus antebrazos y la sentó sobre su falda (las piernitas todavía no le respondían). Luego, cambiando de opinión, apartó el canuto y pegó la cara de Nina a la mesa con dos rayas de merca de un centímetro cada una. ‘Aspiralas’, le ordenó. La nena hizo todo lo que pudo para limpiar de polvo blancuzco la mísera mesa verde de 50×50, para que al Jefe no se le ocurriera pajearla con merca o meterle merca en sus orificios para cogerla así estimulada. Como quedaba bastante, el Jefe le quitó la bola de la boca y le ordenó ‘Lamé lo que queda y tragalo’. La nena obedeció y el Jefe ipso facto le chuponeó largamente la boca. Al final, mordió fuerte el cuellito hasta dejárselo marcado por enésima vez en torno a la yugular y la elogió ‘Qué puta que sos. Me encantás. ¿Cómo podés oler tan rico?’. Ella lo miró, con expresión neutra. ‘Contestame, puta’, agregó el Jefe. ‘No sé. Será por mi edad’, conjeturó la así invocada. ‘Puede ...
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