1. El día de la Victoria


    Fecha: 13/03/2019, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Anejo, Fuente: TodoRelatos

    ... la popular posición en cuatro patas. Pensaba que el “perreo” era cosa de jovencitas, su hija, sin ir más lejos, con su fisioterapeuta estimado, pero Patricia removía el trasero con una pasión y una ciencia realmente envidiables.
    
    El segundo interviniente se había encasquetado el segundo condón, que ella le había alargado antes de girar grupa, y se aplicaba ya con entusiasmo a taladrarla por la retaguardia. El otro consiguió ahora acceder a las tetas que antes le eran esquivas. Se pudo hartar de lamerlas, chuparlas, amasarlas y pellizcarlas. Haciendo gala de imaginación y capacidad innovadora, se tumbó debajo de ella para disfrutar en su ahora flácida polla, de las caricias de los senos pendulantes. Así, las embestidas de uno redundaban en el baile de aquellas gordas y maduras frutas, que masajeaban el sexo del segundo que, poco a poco, iba recobrando tono y vigor.
    
    Faltaba un lance en el encuentro y Patricia no pensaba renunciar a él. En cuanto consideró recuperado al que yacía en la cama se desensartó del segundo y corrió en busca de algo. Un tubito de pomada. Mientras embadurnaba la verga de uno y le lanzaba el cuarto preservativo al otro, Patricia volvió a ofrecerse en la pose perruna, pero ahora con la intención de ver ocupados los dos orificios inferiores. Ellos aceptaron el reto y se entregaron con entusiasmo a la tarea. Costó un poquito sincronizarse y medir la intensidad de las penetraciones. Luego hubo que coger el ritmo, siguiendo la batuta de aquella gran directora de orquesta. Y el resultado fue fastuoso. Una intensa corrida a tres, casi simultánea.
    
    Con gusto me hubiera sumado a la fiesta, aunque hubiera sido ocupando el tercer hueco libre. Mi polla en ese momento no hubiera decepcionado a Patricia. ¡Menudo poste se me había formado allí abajo!
    
    La refriega cesó con la misma brusquedad que había comenzado. Cuando volví a mi casa, los jardineros pasaban la podadora y Patricia tecleaba su tablet al lado de la piscina, como si nada hubiera ocurrido. La observé detenidamente. No me imaginaba que algo así pudiera haberle pasado a la honorable vecina. Aún se distinguían unos hinchados pezones debajo del bañador y una leve humedad en la entrepierna veterana pero activa de la señora.
    
    Aquello me afectó bastante, debo reconocerlo. Uno piensa que a ciertas edades debemos limitarnos a mirar y fantasear, pero Patricia me ha puesto el gusanillo en el cuerpo. Claro que, después de verla en acción, me temo que me lo pensaré dos veces y haré provisión de viagra antes de ir a tirarle los tejos. 
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