1. Viaje al placer perdido


    Fecha: 10/04/2019, Categorías: Gays Autor: damale, Fuente: RelatosEróticos

    ... -comentó. Yo sonreí. Joder, qué ganas tenía; y así se lo dije.
    
    -¿Sí? -repuso él, casi embelesado. No pude dejar de fijarme en su pose, recostado en el asiento, conduciendo con la mano izquierda, mientras la derecha reposaba sobre su muslo, parecía mucho más joven; quizá hasta algo macarra. Hablaba casi en susurros pero entonces, como retomando nuestra conversación por messenger de la noche anterior, bajó la voz aún más- ¿Tienes ganas de polla?
    
    -Muchas -le contesté sinceramente. Y él soltó una especie de suspiro acalorado y pisó el acelerador. A mis nervios se unió el vértigo y, aunque el trayecto fue algo más largo (o quizá se me hizo más largo) de lo que había esperado por sus escuetas explicaciones, finalmente aparcó tras un bloque de edificios a la entrada de un segundo pueblo.
    
    -Sígueme tranquilo, aquí a nadie le importa lo que hagamos.
    
    Salimos del coche, y él lo cerró con el mando antes de guiarme por la acera que bordeaba la construcción hasta la verja de un pequeño patio frontal. Comenzaba a llover cuando él, más nervioso que antes si cabe, abría el portal y me conducía hasta el apartamento.
    
    Creo que ambos suspiramos con más calma cuando hubo cerrado la puerta principal. Dejó las llaves sobre una mesa que había bajo un espejo y sonrió:
    
    -Bueno, ya estamos. Puedes dejar las cosas por ahí, no nos va a molestar nadie. Es de unos familiares, que sólo vienen en verano -me indicó. Se metió las manos en los bolsillos traseros de los vaqueros y se humedeció los labios de una forma extrañamente sexy, haciendo un gesto hacia las dos puertas más próximas, abiertas para revelar sendos dormitorios con camas de matrimonio.
    
    -¿Aquí mismo? -sugerí, dirigiéndome al primero y dejando mi mochila en una silla. Eché un vistazo a la habitación cuando él encendió la luz y me quité el abrigo mientras él iba al otro lado del apartamento. Regresó en pocos segundos, todavía con el mismo aspecto nervioso:
    
    -Bueno…
    
    -¿Y si nos quitamos la ropa? -a pesar de estar en invierno, tenía tanto calor que no lograba ser diplomático. A él no pareció sentarle mal: asintió y se quitó el polo mientras yo me libraba torpemente de mis zapatos. No pude evitar mirarlo de reojo: sin la prenda superior, su barriga, cubierta con la cantidad justa de pelo, le daba un aspecto aún más macho. No tenía ni pizca de pecho, a diferencia de mí; sus pezones, oscuros y bien marcados, eran tan varoniles como cada uno de los músculos que latían bajo aquella tersa piel que poco traslucía sus alrededor de cuarenta años.
    
    Mi nerviosismo desapareció de golpe, barrido por la anticipación y, para cuando me quité los slips blancos que me había puesto, mi erección realmente dolía y lo hizo especialmente con una sacudida al verlo retirarse sus vaqueros, sin ropa interior, de los que una polla de piel oscura y tamaño normal surgió erecta y sin circuncidar. De nuevo recordé su foto y sus correos, y la boca se me hizo agua.
    
    Sonriendo sin poder evitarlo, fui hacia él y Antonio me abrazó ...
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