1. Viaje al placer perdido


    Fecha: 10/04/2019, Categorías: Gays Autor: damale, Fuente: RelatosEróticos

    ... tímidamente hasta que nuestras pollas se encontraron en su mutua y cálida excitación, y entonces bajó sus manos hasta mis nalgas, suspirando relajado:
    
    -¿Qué? -dijo como comentando el tiempo. Pero yo ya no quería más charla. Titubeé un instante antes de acercarme y besarlo. Hacía muchos años que no había besado a un hombre y me sorprendió lo tibio que resultó; le pasé los brazos por encima de los hombros y me pegué a él antes de recibir con sorpresa su lengua en mi boca. Nos besamos con todo el hambre con el que las últimas semanas nos habían atormentado.
    
    Sus fuertes manos continuaron palpando mis nalgas; no apretándolas, sino atrayéndolas hacia sí, pues también noté cómo sus propias caderas empujaban hacia delante con anhelo y su ardiente miembro, cada vez más duro, resbalaba junto al mío hacia mi vientre.
    
    Rompí el beso para tomar aire y sonreí, feliz. No podía creer que volviera a hacerlo con un tío otra vez… ¿podría él… abrirme el culo como ninguno otro había hecho todavía? (Porque, en efecto, era entonces analmente virgen).
    
    Antonio se aclaró la garganta y me hizo un gesto con la cabeza en dirección a la cama. Yo le seguí, entrando por el otro extremo del lecho, y me acosté a su lado.
    
    -¿Cómo te gusta? -me dijo, su mano paseando por mis muslos. Yo no pude contener más la mía, que bajó directamente hasta su grueso, duro, suave y caliente rabo, y comencé a pajearlo lenta y cuidadosamente, disfrutando del tacto de la piel de su sexo deslizándose sedosamente en mi agarre. A él pareció gustarle porque al instante suspiró adelantando las caderas, como invitándome a aumentar el ritmo. Volví a besarle fugazmente y entonces él rompió el beso y atacó mi descubierto pezón. Un gemido quedo salió de mis labios mientras su mano subía por mi torso hasta aferrar mi abultado y poco masculino pectoral y apretarlo, al tiempo que sus dientes mordisqueaban mi sonrosada aureola. Me hizo algo de daño y yo le correspondí apretando un poco más su rabo; entonces me soltó y no pude evitar que mi deseo abandonara mis labios:
    
    -Quiero chupártela…
    
    Ante aquello, él se retiró para dejarse caer sobre su espalda, sin dejar de mirarme como embelesado, y se agarró la polla, para ponérsela vertical. Sonriendo en mi nube, me coloqué entre sus piernas y acaricié con mi mano derecha aquella entrepierna de tan oscura piel en comparación con el resto de su cuerpo; nunca había visto nada semejante, pero me excitó indeciblemente. Su color, su forma, su tacto… eran increíblemente perfectos, reales. Habréis oído que los gordos apenas tienen huevos o que sus pollas son diminutas, pero la de Antonio no: sus dos testículos, bien abultados y torneados, colgaban en su sitio bajo un miembro grueso y suave, ni muy largo ni demasiado corto. Tampoco tenía una excesiva cantidad de pelo y me pregunté fugazmente si se lo habría depilado para la ocasión o si tan perfecta visión era obra de la “madurez” en su más frutal significado y también cómo era posible que entre tanta exquisita ...
«1...345...8»