1. El trabajo del electricista


    Fecha: 26/11/2019, Categorías: Gays Autor: Klaus, Fuente: TodoRelatos

    Cuando se volvió a ir la luz en los trasteros, el grupo de whatsapp de propietarios echaba humo: que si arreglarlo de una vez por todas aunque hubiera que pagar más, que arreglarlo por encima como siempre, que para eso teníamos contrato de mantenimiento, que se cambiara el contrato de mantenimiento… Lo cierto es que el electricista, Domingo, era un sesentón gordito que siempre tenía buenas palabras y que era un poco chapuzas, conseguía que todo funcionara pero un poco a su manera.
    
    Era una nave en un bajo que ocupaba un edificio que lo habían convertido en trasteros individuales, pero la instalación era la antigua y se había quedado con el que la llevaba antes.
    
    Finalmente se quedó en que íbamos a intentar que se arreglara por una última vez y si de ésta no duraba, se cancelaba el contrato de mantenimiento y se pasaba un recibo para rehacer la instalación.
    
    Cuando se quedó con el electricista para que viniera, no podía ser más que un día a última hora, y nadie podía estar para abrirle la puerta, así que yo me ofrecí a estar, para cuando saliera del gimnasio, me pasaba por allí y esperaba a ver qué decía. Era de los que empiezan a protestar según entran, para poder cobrarte extra por el arreglo a deshora.
    
    Cuando llegué a la puerta de los trasteros ya estaba la furgoneta del electricista allí, cosa rara porque solía ser poco puntual, pero me alegré porque así acabaría antes. Subí el cierre y oí que se abría la puerta de la furgoneta. Pero cuando me di la vuelta no estaba Domingo, sino un tipo mulato de unos cuarenta (aunque calculo mal las edades), con pantalón de trabajo. Yo soy alto, de casi metro noventa, pero él lo era más, y de hombros era bastante cuadrado, aunque la ropa de trabajo era holgada.
    
    - Hombre, Domingo, veo que has adelgazado y estirado y oscurecido –dije yo.
    
    Sonrió (le brillaron los dientes a la luz de las farolas, porque ya era de noche).
    
    -Sí –dijo, con acento cubano-, cambié un poco, ¿verdad? Me llamo Javier y empecé a trabajar con Domingo hace un tiempo. Y como soy marrón, así me deja los marrones, como decís acá, jaja.
    
    - Pues encantado –alargué la mano-. Yo soy Julio. Y espero que no te necesitemos mucho por aquí, aunque me temo que la electricidad falla más que una escopeta de feria aquí.
    
    - Lo vemos ahora.
    
    - Espero que no sea mucho rato, que ya es tarde.
    
    - Bueno, yo ya no tengo más prisa que volver pa’ casa –dijo-. Ya no tengo más trabajos hoy.
    
    - Yo tampoco tengo prisa, estuve en el gimnasio y también voy para casa. No me importa tardar si lo dejamos solucionado.
    
    Entramos y estuvo viendo por dónde había saltado el sistema, para localizar el punto de fallo. Al final tenía que mirar en unas canaletas que iban por arriba de la pared.
    
    - Pues la hemos fastidiado –dijo-. Porque Domingo me dijo que el pasillo de los trasteros era muy estrecho y que no hacía falta la escalera de tijera, pero ahí no voy a llegar sólo con la que traje.
    
    - ¡No jodas! –se me escapó-. Otro viaje otro día.
    
    - Ya, ...
«1234»