1. El final del verano 01


    Fecha: 24/10/2019, Categorías: Incesto Autor: Clementine, Fuente: TodoRelatos

    ... dolor contenido clavándosela despacio, muy despacio.
    
    Comenzó un balanceo lento y suave, casi sin subir ni bajar. Mi polla no salía ni entraba más allá de uno o dos centímetros. Movía las caderas como girando, y me causaba una sensación deliciosa. Era cálido, estrecho, apretado. Su pollita manaba un flujo interminable de líquido transparente y viscoso. Agarrado a mi cuello, gemía. Cuando encontraba lo que parecía estar buscando en su interior, emitía un quejidito mimoso, y su pollita se tensaba como si se disparara un resorte, hasta golpear su vientre, y el fluido brotaba en mayor abundancia.
    
    Laura nos había sorprendido entrando en silencio. No era la primera vez, aunque nunca había sucedido en una situación tan comprometida. Me quedé quieto sin saber qué hacer, y ella se acercó a Nacho, se puso a su espalda, de pie, y le abrazó. Nacho se dejó caer como recostándose en ella sin detener aquel movimiento.
    
    Inclinándose sobre su cuello, comenzó a mordérselo. Nacho gimoteaba con una voz aguda, como de niña. Laura acariciaba su pubis con las uñas. Se quedó clavado, dando apenas mínimos golpes de cadera que percutían en mi polla con gran intensidad. La suya se movía al mismo preciso ritmo que sus caderas, un centímetro adelante, un centímetro atrás, rígida como una piedra. Y empezó a correrse mansa y lentamente, en un manar constante que, sin salpicar, salía de su capullo amoratado y resbalaba sobre el diminuto apéndice, y que resultaba más o menos abundante dependiendo del mismo movimiento corto y lento que trazaba en el aire. Sentí que me deshacía en él, que me derramaba como si me estuviera vaciando, que mi propia lechita lo lubricaba, envolvía mi polla caliente, suave. Creo que gemí también. Me corría en su interior a borbotones, casi ahogándome, sintiendo aquella lechita tibia de Nacho derramándoseme en el vientre.
    
    Había anochecido y Nacho dormía mansamente sobre el sofá desnudo, precioso. Laura y yo, sentados en la alfombra y respaldados junto a él sobre el terciopelo verde, charlábamos en voz baja bebiendo a cortos sorbos lentos un par de gin tónic que había preparado, muy juntos.
    
    Me besó en los labios y comprendí que era la hora de marcharme. Estaba preciosa, y tenía una mirada radiante. 
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