1. El final del verano 01


    Fecha: 24/10/2019, Categorías: Incesto Autor: Clementine, Fuente: TodoRelatos

    ... quitar los ojos de la pantalla, y agarré la suya. Me cabía entera en la mano. No debía medir más allá de diez o doce centímetros. Pronto resbalaban en nuestras manos. En la pantalla, una supuesta muchacha era follada por tres compañeros de clase al mismo tiempo. Jadeaba y medio chillaba con todos los agujeros llenos de polla.
    
    Me sorprendió su confesión. Yo había seguido masturbándome, había conocido a alguna chica, había tocados tetillas, culos, chochitos… Hasta había follado un par de veces. No me había acordado de aquello. No mucho, al menos, aunque ahora me sentía extrañamente excitado reviviendo aquellos momentos de la primera adolescencia.
    
    Como de críos, percibía el relieve rugoso resbalando bajo la piel delgada de su pollita. Cubría y descubría su capullo naturalmente cubierto y sentía el roce de su mano en el mío, permanentemente expuesto.
    
    Entonces, lo hacíamos muy serios, con la mirada fija en el televisor, reprimiendo cualquier gemido, cualquier jadeo contenible, escuchando, como mucho, la respiración del otro. Aquel día, sin embargo, Nacho gemía, hasta me hablaba, y lejos de provocarme rechazo, me resultaba excitante. Había agarrado mi polla justo al borde, por debajo del capullo, y giraba la mano causándome una sensación desconocida y un intenso temblor de piernas. Sin darme cuenta, agarraba la suya con fuerza sin moverla. Gemí.
    
    Sorpresivamente, se arrodilló en la alfombra, frente a mí, y, sin darme tiempo a reaccionar, se metió mi capullo en la boca. Sentí el calor húmedo, la presión de la lengua empujándolo con fuerza, apretándolo contra el paladar, y la succión intensa, y comencé a correrme. No se apartó. Se tragaba cada chorro de lechita que disparaba en su boca. Sentía sus manos en los muslos, un intenso temblor de piernas, una explosión de placer, y me corría gimiendo, jadeando, sintiendo cada nuevo tensarse de mi polla, cada nuevo escupir un nuevo chorro de leche con una intensidad desconocida.
    
    Sin apartarse, sin dejarme reaccionar, permaneció allí, lamiendo mis pelotas, metiéndoselas en la boca, acariciando con delicadeza mi capullo muy sensibilizado con las yemas de los dedos, deslizándolos suavemente, haciéndolos resbalar en él, manteniéndomela firme, manteniéndome ansioso.
    
    Sin detenerse, comenzó a desnudarse y a desnudarme a mí. Su cuerpo seguía siendo lampiño y pálido, de piel lisa, delgado, firme, elegante. El mío, por el contrario, me pareció tosco en comparación: ancho, fuerte y grandote, velludo y oscuro. Me dejé hacer incapaz de ofrecer resistencia alguna, fascinado por el placer que me había proporcionado, y por el deseo que seguía haciéndome brotar. Humedeció sus dedos y comenzó a acariciarse aquel culito pálido. Comprendí el significado de su gesto, pero ni un músculo de mi cuerpo se movió para impedirlo. Arrodillándose sobre mí, envolviéndome entre sus piernas, mirándome a la cara de frente, muy cerca, con ayuda de su mano, condujo mi polla hacia su culito y se dejó caer lentamente con un gesto de ...