1. El final del verano 01


    Fecha: 24/10/2019, Categorías: Incesto Autor: Clementine, Fuente: TodoRelatos

    Cinco años después de marcharse a vivir a Alemania con sus padres, Nacho y Laura volvieron al barrio.
    
    Me encontré con ellos en el instituto al ir a matricularme. Laura vino corriendo hacia mí, riéndose y chillando, me abrazó, y me dio dos besos súper estridentes sin parar de hablar preguntándome de todo sin dejarme espacio para responder a nada.
    
    Nacho seguía siendo igual de tímido, igual de delgado, aunque más alto. Bueno, no mucho más alto, pero es que Laura siempre había sido diminuta. Igual de callado y de serio.
    
    En cierto modo, seguían siendo iguales, una versión amplificada de sí mismos, modernizada, claro. Como entonces, Nacho era un chico raro: vestía de negro, con una camiseta de manga corta, casi gris de vieja, y un pantalón de futbol antiguo, de esos de algodón, con playeras de tela de cordones sin cordones de color blanco sin calcetines, y llevaba un poco largo aquel pelo negro ondulado y alborotado suyo; Laura, también de negro, llevaba un vestido muy corto, como de muñeca antigua, y botas militares. Los dos los ojos pintados, que les conferían una mirada oscura que, en el caso de ella, desmentía aquella sonrisa radiante de siempre, y aquella locuacidad abrumadora, divertida y fulgurante.
    
    Al atravesar la puerta, me pareció retroceder a otro tiempo. El mismo sofá espantoso de terciopelo verde, la misma vitrina, que ya entonces era como de abuelita, llena de adornos trasnochados… Hasta la misma tele culona y el mismo vídeo VHS.
    
    Asentí en silencio con la cabeza. Desdeñando las diez o doce cintas que había en el mueble, se marchó a su cuarto y volvió sonriendo con una que recordaba, la enchufó en el vídeo y se sentó a mi lado. Ante nuestros ojos, una sucesión trepidante de anuncios de películas de Magma mostraba a saltos escenas donde aparecían mujeres alemanas, grandotas, meneando pollas, tragando pollas, folladas por el coño, por el culo… Miré de reojo a Nacho. Como yo, estaba empalmado. La película empezó por fin por aquella vieja escena que recordaba tan bien: un grupo de hombres y mujeres ridículamente vestidos como colegiales, coqueteaban en un aula. Era zafio, eficaz, sin rodeos: en pocos minutos, se sobaban, se desnudaban. Las chicas mamaban aquellas vergas velludas, como sus coños, que acariciaban emitiendo gemidos exagerados.
    
    De críos, habíamos descubierto juntos la sexualidad ayudados por aquellas películas. Nos habíamos masturbado solos al ir a la cama primero; juntos después, a medida que generábamos aquella complicidad, aquel secreto que compartíamos; mutuamente al final.
    
    Asentí en silencio ruborizándome, y se bajó los pantalones. Me sorprendió que su polla fuera, no tan chiquitita como entonces, pero muy pequeña, aunque estaba dura. Seguía siendo lampiña. Me quedé paralizado, y tuvo que ser él quien me desabrochara el pantalón y sacara la mía, que había adquirido ya las dimensiones que a mí me parecían las de un hombre.
    
    Sentí un estremecimiento cuando me la agarró y comenzó a pelarla lentamente, sin ...
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