1. Probando frutas maduras y ajenas (3)


    Fecha: 31/03/2019, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Ber, Fuente: CuentoRelatos

    A los pocos meses que ingresé a esa oficina, la señora Carmen me preguntó afligida si tenía alguna amistad en la escuela de bachillerato que estaba cerca de su casa. “Si está el mismo director que hace un año, entonces sí”, contesté. “Es que mi hija se quedó en la raya y no logró ingresar”, dijo suplicante. De inmediato entendí su necesidad y le solicité la ficha y el número de folio con el que se registró la niña. Afortunadamente no hubo problema y la hija ingresó a tiempo.
    
    Pasaron casi tres años y recibí de su parte, una invitación para la boda de su hija. “Está embarazada” fue su respuesta cuando puse cara de interrogación. El novio ya cursaba el segundo año de licenciatura y se le consiguió un trabajo de apoyo a los sistemas de cómputo, trabajo que él podía desarrollar muy bien y tenía gran demanda en ese tiempo. Me dijo Carmen que ese problema se sumaba el alcoholismo de su marido, y debido a ello, éste no quiso saber más de la familia y terminaron divorciándose. Yo le sugerí que concluyera su licenciatura, la cual dejó trunca cuando se embarazó y la animé señalándole que le daría mi apoyo para estudiar las materias difíciles. Ella lo agradeció y se inscribió nuevamente.
    
    Cada vez que me pedía ayuda yo daba ejemplos donde se calentara:
    
    –Si tienes a tres personas en fila, ¿de cuántas maneras distintas pueden acomodarse? –le leía el problema.
    
    –¡Pues de tres!” –respondió.
    
    –No, mira, supón que eres tú, tu novio y yo. Nos sentamos encuerados acomodados como en el trenecito. Tú primero, después tu novio… No es lo mismo que tu novio primero y luego tú, ¿verdad?
    
    –No pues es distinto –contestaba.
    
    –¿Cómo te gustaría más?
    
    –Mi novio atrás… –contestaba.
    
    –Bueno, también es diferente, y muy rico, si tu novio va primero, luego tú, y al final yo: bien agarrado de tu pecho y muy bien asegurado por abajo –explicaba haciendo el ademán de que me la estaba cogiendo –ella se reía a la vez que su cara enrojecía–. Un día lo hacemos tú y yo de manera práctica para que lo entiendas bien –la amenazaba y ella quedaba en silencio, con la sonrisa en la boca, imaginando lo que hacía mucho le había dejado de dar su marido.
    
    Cada vez que la ayudaba, se despedía con un beso, siempre en la comisura de mis labios. A veces, al levantarse, se recargaba en mi pierna apretando la dureza de mi pene.
    
    –¡Perdón!, ya me di cuenta que a ti también te gusta cómo explicas –decía dándome una caricia sobre el pantalón.
    
    Carmen concluyó su carrera y, obviamente, me invitó a cenar a su casa para agradecérmelo. El hijo menor estaría esa noche con su padre, así que…
    
    Ella se vistió como si se tratara de acudir a una cena de gala. Como persona educada a la antigua, ella confeccionó su vestido sin mangas de lamé plateado sumamente pegado y escotado por delante y por detrás, en el cual, hasta el hoyo del ombligo se podía adivinar; no se diga las tetas y las nalgas donde claramente aparentaba no traer ropa interior (a fin de cuentas, ella estaba en su casa), pero ...
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