1. Secuestro y Emputecimiento de Nina (12), Capítulo VII: Noche de arrumacos y merca entre la nena y el Jefe


    Fecha: 04/10/2019, Categorías: Dominación / BDSM Hetero Sexo con Maduras Autor: DarioCodomano, Fuente: SexoSinTabues30

    ... Por primera vez desde que estaba en la Habitación 1, Nina desplegó una gigantesca sonrisa color caramelo lamido y contestó ‘Algo’.
    
    Entonces el Jefe, en un inusual gesto de delicadeza, se retiró otra vez de la mazmorra verde para dejarla que se vistiese y acicalase, no sin antes dejarle sobre la mesa un perfume Chanel. ‘Vuelvo en media hora y comemos’, se despidió.
    
    La nena abrió la bolsa y sacó un vestido lindísimo pero de la más fina y casi transparente seda negra con ribetes dorados, tirantes en los hombros (al Jefe lo enloquecían los hombritos ínfimos de Nina, y le gustaba resaltarlos con ropita las pocas veces que no la quería completamente en concha) y de una longitud que no iba a taparle la totalidad del culo. Luego hurgó en la bolsa más chica y encontró asombrada una vincha de seda color oro ataviada con una gran pluma de pavo real, y adentro una diminuta tanga negra con costura dorada y un corpiño que apenas le tapaba los pezones, cuya principal función iba a ser resaltar con sus tiritas la incitante belleza de sus hombros y ser arrancado en el momento de la pasión.
    
    Nina se dio una ducha rápida, temiendo que el viejo volviese, la encontrase a medio vestir y la empezase a fajar. Se secó el pelo a toda velocidad con el mustio jergón, se peinó hábilmente con los dedos, se bañó en perfume Chanel de pies a cabeza (niña al fin). Mirando la bolsa más chiquita, suspiró con rostro concentrado, extrajo la tanga y se la puso: para su femenino deleite, le calzaba perfecto. Tras acomodarse rápidamente el corpiño (dos triangulitos semitransparentes que apenas le tapaban los pezones cada día más carnosos y puntudos), desplegó el vestido y se lo puso por la cabeza. La caída era perfecta, aunque, como dije antes, no alcanzaba a tapar las nalgas cada día más lujuriantes de la ninfa.
    
    Tras ponerse los zapatos, Nina abrió el kit y, con toda inocencia infantil, se maquilló como cualquier nena cada vez que la dejan: como una puta (los ojos delineados exagerada pero cautivadoramente de negro a tono con su ropa, junto con la melenita que yo le volvía a emparejar cada tanto por las noches, y que le daban un aire de mórbida bataclanita cocainómana de los años 20).
    
    Para completar su atuendo, Nina se calzó la vinchita dorada con la pluma elevándose a un costado y fue a servirse un vaso de agua. Luego se sentó en la descangallada silla de tijera, cruzó graciosamente las piernitas, prendió la TV y se dispuso a esperar al viejo. Ni dos minutos después, el alzado Jefe (que la estaba espiando en la Habitación 2 mientras se ponía un smoking y zapatos) volvió a trasponer la pesada puerta verde, a cerrarla tras de sí y a contemplar extasiado a la musa en todo su esplendor. Las luces de la Habitación 1 estaban a toda potencia, para mayor disfrute masculino. El viejo verde exclamó: ‘Qué hermosa que sos’, entre conmovido e incrédulo. Extendió las manos para recibir las de Nina y mirándola a los ojos le dijo tiernamente: ‘Perdoná que a veces me impaciente, la ...
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