1. El profesor enseñando


    Fecha: 12/09/2024, Categorías: Confesiones Autor: Diegogozon, Fuente: CuentoRelatos

    Alguna vez estuve con una chica que se encaprichó conmigo. Se llamaba Myriam y tenía unos 19 años y yo 40. Habíamos hablado y yo no quería nada con ella porque la veía enamorada y no quería causarle dolor. Siempre he sido muy claro en estos temas. Además, me había dicho que era virgen y yo le había respondido que menos aún, porque no quería que se apegara más a mí, y que yo no podía corresponder a sus sentimientos. Sin embargo, ella insistió mucho y muchas veces, tanto que finalmente accedí. Eso sí, no sin antes decirle que, ya que íbamos a hacerlo, debía dejarse guiar, y aprender lo que le enseñara.
    
    Es bueno aclarar que esto sucedió en una época en que los prejuicios y tabúes con respecto al sexo eran muy fuertes. No había acceso a información buena ni mala, aparte de los discursos religiosos y moralistas que hacían ver todo aquello como algo malo, pecaminoso, que generaba culpabilidad. Yo, gracias a lo que había estudiado había podido enfrentarme con éxito a estos prejuicios, pero para una chica con escasa educación y una fuerte tradición familiar y religiosa, era muy diferente.
    
    En las ocasiones en que salimos previamente, yo le había hablado de lo que pensaba con relación al sexo. Le había mencionado las distintas formas de dar y recibir placer. Le había hablado de lo que más me gustaba hacer y que me hicieran, y de cómo me gustaba que me lo hicieran. Todo ello iba preparando el terreno.
    
    Fuimos a mi apartamento. Nos besamos intensamente. Acaricié sus senos firmes y erguidos. Los masajeé sintiendo cómo sus pezones se ponían duros. Siempre me ha excitado mucho tocar los senos jóvenes, rellenos y bien formados. Siento una corriente eléctrica que recorre mi espalda y se descarga en mi miembro.
    
    La desnudaba mientras la besaba y la tocaba. Me incliné a besar sus pezones, a chuparlos, a lamerlos, mientras con una mano los amasaba y con la otra apretada sus nalgas jóvenes. Ella acariciaba mi espalda y mi pecho. Terminé de desvestirla y yo también me quité la ropa. Seguí besándola y acariciándola mientras mi verga se paraba y rozaba el cuerpo de Myriam. Tomé su mano e hice que agarrara ese pedazo de carne caliente y dura que le apuntaba. Sentí esa mano fría apretar y mi dureza aumentó.
    
    Después la recosté en la cama y mi mano bajó por su vientre rozando su piel, yendo y viniendo, avanzando un poco más cada vez. Así llegué a sus pliegues. Comencé a abrirlos suavemente, de arriba a abajo hasta lograr que se desplegaran del todo. Sentí su humedad. Después mis dedos fueron buscando su botoncito del placer. Dieron vueltas alrededor esperando el momento propicio. Ella respiraba agitada y se aferraba a mi cuello mientras me besaba. Al fin lo rocé y ella se estremeció dejando escapar un gemido que apagó en su voz. Se aferró a mí con más fuerza. Mis dedos frotaban lenta y suavemente. Veía cómo ella se dejaba caer bien sobre la cama abandonándose al placer que yo le estaba dando. Entonces, me fui con la caballería: mi boca asaltó su vientre y buscó ...
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