1. Fantasías de una mujer madura// cap. 4


    Fecha: 29/08/2024, Categorías: Incesto Autor: JOS LIRA, Fuente: TodoRelatos

    ... mi cuarto, pero de ahí en más, no veo por qué te pones tan intensa.
    
    —¿Qué? ¡Por Dios, Gael…! ¡Lo que estarás pensando de mí… Gael! ¿Con qué cara voy a verte?
    
    —No hace falta que te quites la cara, tía. Yo no te voy a juzgar. Yo también me masturbo a cada rato. No hay problema en ello.
    
    —¡Basta, basta!
    
    Aprovecho que Gael indaga en su cuarto, descubriendo el desastre que dejé en el cesto de su ropa sucia, para sentarme, intentar acomodar mis medias que se siguen rasgando a la altura de mi coño, y poner el consolador detrás de mí, para luego intentar bajarme la falda, pero ésta la tengo atorada en mis obesas caderas y no puedo.
    
    —Mierda, tía —me dice de pronto mi sobrino—, ¿estuviste revisando mi bote de la ropa sucia?
    
    —¿Eh? Yo… bueno… es que…
    
    ¿Cómo decirle que mientras buscaba en el cesto unos bóxer usados suyos, que estimularan aún más mi morbosidad mientras me tocaba la vagina, hallé una de mis bragas sucias?
    
    —Yo… Gael…
    
    No sé qué inventarle. Podría justificar mi asalto en el cesto de su ropa sucia diciéndole que pretendía lavarla, pero que al final me había apetecido recostarme en su cama… para masturbarme… pero nada de esto tiene sentido.
    
    ¡Madre mía! Este niñato me tiene atrapada.
    
    —Encontraste tus bragas, ¿verdad, tía?, las que robé de tu cesto —me confiesa el muy cabrón, mientras las busca entre el cesto—. Por cierto, ¿dónde están, tía? ¿Ya las agarraste?
    
    Cuando me observa yo me quedo en silencio. ¿Qué carajos le digo?, ¿qué mis bragas, las cuales tenían manchas secas de su semen, las tengo clavadas en el coño? Y, por otro lado, ¿quién mierdas soy yo para reclamarle nada? En otras circunstancias… en otro momento… lo habría increpado por tal inmoralidad, pero ahora que él me ha encontrado de esta forma tan obscena, ¿no sería una estupidez?
    
    Y aun así tengo las agallas para decirlo:
    
    —¿Qué hacían mis cacheteros en el interior de tu cesto de la ropa sucia, Gael?
    
    Pero mi sobrino no está inmutado. Ni siquiera se le ve arrepentido. Y eso me asusta. Es como si Gael tuviera la sartén por el mango y no le importaran las consecuencias de nada. Como si me dijera con la mirada “no estás en posición de reclamarme nada, grandísima golfa.”
    
    —¿Te quedas callado, Gael? —Mi intención es voltear la tortilla—. ¿No me responderás qué mierdas hacían mis bragas en tu cesto?
    
    Ahora quiero ser yo la que tome el control de la situación a través de mis bragas perdidas y halladas en su cesto. Al menos quiero intentarlo, pero no sé si podré.
    
    —Las encontré el otro día en el cuarto de lavado, tía, mientras echaba mi ropa a la lavadora —me confiesa cruzándose de brazos, empleando un tono de voz que no muestra susto ni remordimiento.
    
    —¿Para qué las agarraste?
    
    —Para masturbarme con ellas, tía. La verdad es que me imaginé cómo se te verían puestas en ese culazo que tienes y me puse cachondo.
    
    Su descaro me deja desarmada. El aire se me va del cuerpo y sólo puedo gritarle:
    
    —¿Cómo puedes ser tan cínico y tan asqueroso, ...
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