1. CUANDO GABRIEL REENCONTRÓ A MERCEDES


    Fecha: 16/08/2024, Categorías: Incesto Autor: barquidas, Fuente: RelatosEróticos

    ... velocidad casi de vértigo; la espalda de la hermanita se tensó cual cuerda de piano, solo que arqueada; las dos hileras de dientes se fueron enclavijando en un peregrinaje que, iniciado en el cuello de su hermano, fue descendiendo sucesiva y rápidamente, primero a los hombros del hombre para finalmente fijarse en el pecho masculino. Al propio tiempo, los brazos ciñeron hasta cerca del paroxismo el dogal trenzado en torno al cuello del muchacho, en vano deseo de fundir ambos cuerpos en uno solo, en curiosa coincidencia con la máxima bíblica del Génesis: “Y se unirán los dos en una sola carne”. Por su parte, las manos de Mercedes se asentaron firmemente en la espalda de su hermano, de manera que sus diez dedos se engarfiaron en la parte alta de esa espalda, hasta que las uñas, esas uñas cuidadas, afiladas y esmaltadas en color rojo vivo, tan rojo como la sangre fresca, se hundieron en la carne la espalda rasgando la piel a su paso.
    
    El cuerpo de Gabriel quedó marcado por uñas y dientes femeninos. Estos, dejando tras de sí sus huellas en forma de paréntesis que se abren y se cierran, marcados por los dos arcos dentarios, el superior y el inferior, y las uñas como grietas abiertas en la piel, de las que manaban tenues hilillos sanguinolentos. En el pecho, sendos paréntesis en torno a cada una de las dos tetillas masculinas, rodeándolas, y con las tetillas dentro de cada paréntesis.
    
    El cuerpo de Mercedes se había erguido sobre sí mismo, tensada la espalda a la par que curvada hacia afuera; el rostro desencajado por el acceso de placer y la garganta gimiendo, jadeando y más que gritando, aullando, de inmenso gozo. Le había sobrevenido, por fin, la esperada llegada a la cima del placer de Eros.
    
    ¡Me vengo amor mío! ¡Ya estoy aquí, querido mío, me estoy viniendo! ¡Qué gozada Dios mío! ¡Es!… ¡Es divino!... ¡Qué gusto, Señor, qué gusto!...
    
    El ritmo de las caderas de la joven, que minutos antes llegara a ser frenético, poco a poco fue decreciendo como así mismo las espasmódicas contracciones de su más íntimo interior, apoderándose de ella una grata calma, una casi relajante laxitud tras los dos orgasmos consecutivos que disfrutara. Sus piernas cedieron el dogal con que atenazara el muslo de su hermano y su cuerpo semi desmadejado se dejo caer sobre la cama, boca arriba, en tanto los latidos de su corazón trataban de regularizarse, regularizando la respiración.
    
    Gabriel, bastante más sosegado pues ningún orgasmo le había llevado aún al desmadejamiento físico, se dedicaba a regalar los sentidos a su hermana, acariciando todo su cuerpo, toda su piel, cada centímetro cuadrado de la misma, con mil y una caricias; caricias prodigadas tanto por las manos como la lengua y labios masculinos que recorrían sin tregua la geografía del cuerpo femenino de Mercedes, en sucesivas y permanentes pasadas por aquí, por allá y acullá.
    
    A Mercedes, recuperarse apenas si le costó tiempo pues el gran enervamiento que la embargaba, las incontenibles ansias de amar y ...
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