1. Mi mujer y el negro: la pareja perfecta.


    Fecha: 24/06/2024, Categorías: Sexo Interracial Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... llena con aquel pedazo de cilindro duro y caliente.
    
    Es frecuente leer en artículos de sexo que la postura del misionero es la clásica, que acaba siendo aburrida y se recomienda a las parejas que experimenten nuevas posturas para gozar más. Cierto es, hay que innovar, buscar nuevas posiciones, ser curiosos con el sexo. Pero que duda cabe, la postura del misionero sigue siendo una de las que más goce proporciona.
    
    En esa postura, el hombre domina totalmente a la mujer, la hace suya en su totalidad, la sujeta y la controla a su voluntad. El fuerte instinto de posesión sobre ella aumenta, la disfruta sin ambages. La mujer al contrario, estando debajo se siente dominada, siente el peso del hombre y la totalidad de su cuerpo en contacto. La penetración es profunda y la presión del pubis del macho incide con fuerza sobre su clítoris, castigándolo, aplastándolo. El orgasmo puede ser rápido.
    
    Creedme que mientras yo filmaba, la imagen de Manuel, así, tirado totalmente sobre mi esposa, los dos cuerpos íntimamente unidos, era de un erotismo que jamás había visto. No sentía ninguna sensación de rechazo o de celos. Allí estaba toda la belleza que nos proporciona a veces la naturaleza, la belleza de la sexualidad en todo su esplendor. Dos magníficos ejemplares humanos, macho y hembra, entregados a ese gran regalo de la sexualidad que la vida nos ofrece y que no siempre conseguimos entender bien.
    
    Aunque en esa postura, como antes decía, la mujer parece sometida, no por ello está totalmente oprimida. Hay cierta libertad de movimientos, sobre todo las extremidades. Observé como a pesar del peso de Manuel mi mujer movía las caderas levemente, atrás y adelante, para adaptarse al suave ritmo de entrada y salida que el negro imprimía a su miembro. También movía ella las piernas, unas veces estirándolas, otras veces subiéndolas y doblando las rodillas, abrazando con ellas el cuerpo del amante. De esa forma controlaba el ángulo de penetración, ajustándolo a su medida. Con las piernas entrelazadas por detrás del hombre clavaba los tacones de aguja en las nalgas de él, como si fuese una amazona apretando espuelas en las ancas del caballo. Rodeaba también con sus brazos el cuerpo del hombre, con las manos aferradas a su cintura, dejando incluso en su piel las marcas de las uñas. Luego a ratos acariciaba la fuerte espalda del chico, recorriéndola con las palmas de sus manos. O bien, se agarraba fuerte a su cuello y lo atraía hacía ella, para llenarle de besos. Mi mujer besa bien, es experta. Utiliza muy bien los labios carnosos y su lengua. Le comía literalmente la boca al negrito.
    
    Llevo muchos años casado con ella y ya conozco lógicamente sus reacciones. Observé que el primer orgasmo estaba cerca, muy rápido, solo unos cinco minutos desde la penetración. Afortunadamente es multiorgásmica y puede sentir varios en una sesión. Contemplé por primera vez sin ser protagonista del acto, como su cuerpo se tensaba en su totalidad. Se abrazó con toda su fuerza al ...
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