1. Mi mujer y el negro: la pareja perfecta.


    Fecha: 24/06/2024, Categorías: Sexo Interracial Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... un menú excelente propio de esta comarca de la Alcarria. Un breve paseo por el pueblo y luego a la casa rural, es verano y apetece la siesta después de la buena comida. Y la siesta es además una hora muy apropiada para el sexo.
    
    Mi mujer y el negrito se metieron cada uno en un baño y se dieron una buena ducha. Mientras tanto instalé en el dormitorio principal todos los artilugios de cámaras, trípodes, etc.
    
    El negrito no se cortó un pelo y salió del baño totalmente desnudo, con el miembro poderoso colgando por debajo de los testículos. Mi mujer, siempre exquisita, había elegido un primoroso picardía negro, con braguita a juego y zapatos de tacón. Se dieron un largo abrazo, de pie, e iniciaron unos pasos de baile lentos, a pesar de no tener música. Manuel bajó sus manos a las nalgas de mi mujer, apretándola fuerte contra él. Ella se abrazó a su cintura y apoyó la cabeza en el hombro, dejándose llevar. Estaba elegantísima. Manuel subió el picardía y se agachó un poco para bajar la braguita hasta medio muslo. Ella se dejaba hacer, halagada de sentirse tan deseada.
    
    El miembro del negrito estaba ya a punto. Manuel flexionó algo las piernas, pues es más alto que mi mujer, y de esa forma el poderoso falo quedó a la altura del pubis de ella. Empujó decidido y se lo instaló entre los muslos. En esa postura no podía penetrarla pero toda la longitud del instrumento se encajó en la abertura femenina, rozándola bien de adelante a atrás. Ella ya no se movió, se agarró al cuello de él y se dejó como caer así colgada del fuerte cuerpo del hombre, al tiempo que se movía para acoplarse al roce.
    
    Yo tomaba fotos fijas de forma acelerada para no perder detalles y al tiempo activaba el automático de la cámara de video. Yo les había advertido en la comida que se olvidaran de mí, que no miraran a las cámaras para que todo fuese más real. No hizo falta recordárselo, se comportaron de forma espontánea y natural, como si yo no estuviera. Solo se guiaban por el mutuo deseo.
    
    Manuel la agarró fuerte por la cintura, apretándola contra él y levantándola en vilo. De esa forma la llevó, o casi la tiró, sobre la cama. Al momento vi volar las escasas prendas de mi mujer: picardía y braguita cayeron en el suelo, quedando solo con los zapatos de tacón. Ella quedó tumbada boca arriba, abierta de piernas, impúdica. Centré el objetivo de la cámara en su sexo, muy bello, de labios gruesos, suaves, depilados y algo abiertos por la postura. Brillantes por el flujo. Se notaba el color rosado del interior. El negrito al momento estaba encima de ella, cual grande era, dejándose caer con su peso sobre el cuerpo más menudo de la hembra. En un solo segundo perdí de vista el negro pollón de Manuel: había desaparecido en su totalidad dentro de mi mujer. Por detrás de ellos yo solo veía ya los gruesos testículos, se la había encajado de un solo golpe y sin el más mínimo quejido de ella. Dilatada, abierta, jugosa, había recibido el envite como una profesional y ahora gozaba estando ...
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