1. Clases de natación (parte 3)


    Fecha: 31/05/2024, Categorías: Fetichismo Gays Autor: Anonimo, Fuente: SexoSinTabues30

    ... casa.»
    
    Me puse de espaldas al arco por el que se accedía a la zona de las duchas y empecé a masturbarme con ganas, liberando la fuerza contenida a lo largo de los últimos días. Me había estado reservando para ese momento, pensando que así sería más intenso y que, como mi amigo, yo también dispararía un gran chorro de semen. Tenía la esperanza de acabar antes que él y compartir ese momento especial.
    
    Se me heló la sangre cuando escuché activarse una ducha tras de mí. Me habían pillado, no había forma posible de ocultar esa erección, y de seguro se había fijado en mis movimientos. Por muy de espaldas que estuviera, cualquiera reconocería el gesto que estaba haciendo. Permanecí inmóvil, con el corazón latiendo deprisa. Me cubrí el pene con ambas manos, comprobando si, de ese modo, lograría taparlo de la mirada del desconocido y disimular. Un chico joven que se avergüenza de su físico, nada raro. Y entonces oí a mi acompañante.
    
    —Por mí no te cortes.
    
    Sus piernas largas y delgadas, sus glúteos redondos, su espalda ancha y su cabello. Era Héctor. También me daba la espalda, enjabonándose con calma. Sabía lo que hacía y me invitaba a seguir, pero yo no quería tocarme otra vez, no quería seguir masturbándome. Deseaba que él lo hiciera por mí, que fuera algo mutuo o, por lo menos, que me ayudara de algún modo, como él sabía hacer.
    
    Me acerqué a él y no se giró. Sabía de mi proximidad, pero actuaba como si no. Tenía los ojos cerrados mientras se aclaraba el pelo y el agua se deslizaba por su cuerpo como a mí me habría gustado hacer con mi lengua. No dejaba hueco entra la pared y él para que pudiera colocarme, así que me puse detrás y dejé que sintiera mi erección entre sus nalgas. Al instante se giró y me empujó con rudeza, pidiéndome que me apartara. Pero al mirarnos a los ojos noté que se ablandaba su carácter, que no lo decía en serio. No quería que me alejara, sino que ayudara a despertar la chispa en él que lo había llevado a meterme su miembro duro en la boca la última vez.
    
    —Perdona, tío —dije. Y me llevé una mano a la coronilla, rascándome, a sabiendas de que sus ojos se posarían en mi axila.
    
    No fue suficiente. Hice lo mismo con el otro brazo, posando. Héctor no me quitaba el ojo, pero tampoco se movía, y su pene lampiño seguía flácido.
    
    —Oye, tío, ¿te ha salido ya pelo? —comenté señalando su axila, también sin éxito. Si me hubiera acercado con la lengua, quizás…
    
    Mi último intento:
    
    —No sé si has visto… Sí, tío, se me ha caído… Debe de estar por aquí. Ten cuidado, no la pises.
    
    Una lentilla, una pulsera, yo qué sé. No preguntó y yo tampoco me vi obligado a decidir el qué. El caso es que con esa excusa me agaché ante él, rozando su miembro con mi nariz y mi frente, como si no fuera mi intención. Seguí hasta llegar a la altura del suelo y allí me quedé de rodillas, apoyado sobre mis brazos, fingiendo que buscaba algo que se me había perdido. Mi dignidad, ya que no otra cosa. Tampoco había dado resultado el roce. No me ...