1. Me compadecí de un esclavo sexual


    Fecha: 28/03/2019, Categorías: Gays Autor: janpaul, Fuente: CuentoRelatos

    ... de fetichistas. Esto eran deportes «pisacuáticos», hasta que los mariquitas que tragaban la orina ya no pudieron aguantar más y cayeron al suelo extenuados y vomitando pis.
    
    Junto a los escandalosos espectáculos y a los hoyos de gloria con personal completo, había filas de muebles con objetos de esclavitud y equipos de fetiche libres para que cualquier persona los usara. El muchacho perro terrier casi desnudo estaba en un rincón, era una oferta privilegiada para saciar las perversiones de los huéspedes. Él era mi favorito, y me pasé las cuatro horas enteras viendo el delicioso e inmóvil brillo del cuero que lo medio vestía, porque viéndolo decidí comprarme un top y unas medias iguales para mi uso.
    
    Los hombres iban solo a penetrar el culo lubricado del «perro terrier», deslizando sus pollas dentro de su agujero sin pelo, que les presentaba teniendo sus piernas abiertas y el agujero del culo muy a la altura de cualquier polla. Otros le metían sus pollas desnudas en la boca abierta, clavando sus pollas erectas en sus delgados labios y haciendo que se atragantara. El muchacho estaba atado para que no moviera su cabeza.
    
    Los organizadores lo habían puesto al servicio de todos. Ningún portador de pene se negó a abusar de aquel chico. Ningún polvo rechazado. No había elección. Era simplemente un recipiente para la carnalidad de docenas de hijos de puta, padres amargados y tíos hedonistas sin más derechos que un esclavo sexual al estilo romano en sus fiestas más indulgentes. Que un culo aguante casi cien cornadas que acababan vaciando sus espermas como si aquel culo fuera un tacho de la basura, ya tiene su mérito. Lógicamente el piso estaba lleno de esperma con un olor acre desagradable. Aquello era intoxicante.
    
    La degradación era total. Aquel chico con el culo lleno de semen y sangre había dado su consentimiento a sabiendas. No quería ser tratado mejor que una manguera masturbatoria desechable en la que los tipos dominantes no se preocuparan por su placer. La puta desesperada buscó la degradación deshumanizadora, y los amos le habían ofrecido su depravado deseo.
    
    Lo vi recibir su primer pene de la noche mientras confinaban a los dos maridos que perdían a una noche de chupar pollas. Un hombre gordo de unos cincuenta años, vestido con una camiseta roja de fútbol, se puso de costado junto al muchacho perro y puso sus manos manchadas de tabaco sobre los muslos de látex del sumiso. Introdujo su robusta herramienta en el agujero bien presentado. Ambos suspiraron; una exhalación mutua de disfrute compartida entre dos hombres. Miré fijamente, cautivado por el movimiento de las nalgas hirsutas, empujando al miembro hasta el fondo de modo desesperado. Las ondulaciones de la carne cuando un cuerpo se estrellaba contra otro, seguidas de un repetido sonido de palmadas, me excitaban. Un ritmo metrónomo de sodomía, puntuado por suaves gemidos y chillidos orgásmicos de puta maricona.
    
    Un segundo hombre tiró de la cabeza del esclavo hacia un lado y le ...
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