El Psicoanalista (3) - Relatos Eróticos

El Psicoanalista (3)

3.-

- No pude – Escribió Sofía al contacto de Alan.

Unos minutos después Alan le contestó:

- ¿Masturbarte?

- Sí, te juro que lo intenté.

- Hagamos algo. Mandáme un audio y contáme qué hiciste y por qué no pudiste. Pero no escatimes en detalles, necesito saber todo. Desde dónde estabas, qué tenías puesto, hasta qué pensaste y cómo lo hiciste.

- Pero … es que no hay mucho que contar. Mejor te lo escribo!. Simplemente lo intenté y no logré llegar al orgasmo.

- Por tercera vez te digo, no cuestiones mis pedidos, si te pido un audio y te pido todos los detalles, es porque quiero escuchar tu voz, sentir qué sentís, y si solo escribís, hay muchos detalles y partes importantes que me pierdo. Por favor hace lo que te pido.

Sofía permaneció unos segundos en silencio. Todavía seguía sin poder entender la técnica de Alan, ni tampoco por qué estaba cumpliendo con sus pedidos. Suspiró, tomó su celular, y grabó el siguiente audio.

- Bueno, te cuento…., cuando corté la llamada con vos, puse música relajante, apagué las luces, me quité la pollera y me recosté en el sillón. Me dejé puesta la tanga. Luego comencé a jugar con mi mano derecha sobre la parte delantera de la tanga, rozándome la …. vulva…. Me sorprendía al notar que estaba mojada y, no sé por qué pero me gustó, sentí que me encendía. Pasaba mis dedos a lo largo de la tirita de la tanga, y descubrí que el agujerito de mi culo estaba casi al aire, esa tirita no lo cubría, y eso me hizo sentir muy …. Puta!. Te juro que no me había dado cuenta hasta ese momento de que el agujerito no estaba cubierto. Pensé por un momento en que si me agachara y alguien me viera de atrás, podría vérmelo sin problemas. Así, empecé a pasar mis dedos índice y medio, por el costado del clítoris, y podía sentir la humedad y calor que había en la zona. Mientras lo hacía empecé a pensar en que todos los que me habían visto durante el día habrán pensado que era una puta. No sé si me gustó sentir eso, pero sí sentía que cada vez estaba más mojada. Mis dedos casi que estaban tocando agua. Caliente. Luego, pensé en uno de los ayudantes del médico, que me había estado mirando bastante y que estoy segura de que se habrá masturbado pensando en todo lo que vio. En ese momento sentí como que mis fluidos vaginales empezaron a aumentar, por lo que empecé a frotarme el clítoris con la palma de la mano. Pero en ese mismo momento algo hizo pensar que no estaba bien lo que hacía ni lo que pensaba, y me desconcentré tanto que decidí parar y escribirte.

Alan escuchó el mensaje. Ella se dio cuenta porque tenía los dos tildes azules. Sin embargo, habían pasado más de cinco minutos y no respondía. Por eso, ella le escribió:

- ¿Está bien así?

Pasó un minuto más, y él le respondió que sí. Que en unos minutos la llamaría o le escribiría.

A los quince minutos, sonó el teléfono y ella atendió. Era Alan.

- Te pido disculpas pero estaba manejando.

- No hay problema. Decime.

- Vamos a hacerlo juntos.

- ¿Qué ...