Consulta psiquiátrica - Relatos Eróticos

Consulta psiquiátrica

Sesión 1

La secretaria del Dr. César Ballesteros me condujo a través de la puerta de su consultorio y me presenté.

"Dra. María José Cano, mucho gusto Dr. Ballesteros." Fueron mis primeras palabras mientras le extendía mi mano.

Él tomó mi mano y la llevó a sus labios. Con mis cejas levantadas reclamé mi mano. Mi piel blanca, casi translúcida, no podía disimular el rubor que se había extendido por mis mejillas.

Me dirigió a un asiento frente a su escritorio e hizo una seña con la cabeza a su secretaria como forma de indicarle que se retirara. Entonces él ocupó su lugar detrás de su escritorio. Un bolígrafo y una libreta eran los únicos artículos que estropeaban la superficie lisa del mueble, pero no pude evitar notar que un cierto olor a sexo permanecía en el aire. Sospecho que «algo» habrá ocurrido durante el rato que yo esperaba afuera mientras su secretaria había pasado a anunciarle que estaba yo. Quince minutos es mucho para decirle «Doctor, llegó la Dra. María José Cano, está en la sala de espera.»

Él observó la descripción que mi médica le había enviado. Claramente se disponía a dar comienzo a mi consulta. Mi ojos recorreron su oficina lentamente, registrando claramente cada detalle. Creo que se dio cuenta de que yo había percibido un olor sugerente.

"Es hermoso... la casa quiero decir... todo.", dije mientras indicaba el entorno.

"Bueno, los genes", respondió solemnemente.

"¿Los genes? Yo no..."

"Lo heredé", dijo mientras me interrumpía. "Mi abuelo." Agregó cuando vio la pregunta en mis ojos. "Mi bisabuelo lo hizo construir para él.” Aclaró. "Él era médico, al igual que mi abuelo".

"¿Una familia de psiquiatras?"

"No", dijo con una risita, "ambos eran ginecólogos. Trabajaban aquí abajo y vivían en los pisos superiores."

"¿Tú también vives aquí?"

"Toda mi vida," asintió.

Durante unos minutos intercambiamos un diálogo sobre las casas, haciendo una comparación entre las antiguas y las modernas. Una conversación necesaria pues yo estaba nerviosa y sabía que pronto tendría de desembuchar el motivo por el que estaba ahí.

"Bueno, tal vez deberíamos empezar", dijo finalmente, luego tomó su bolígrafo del escritorio y se quedó con una mirada expectante en su rostro.

Desconcertada por un momento, puse mis manos en mi regazo y bajé la mirada. Pero casi de inmediato las volví a levantar y miré a sus ojos.

"Me he estado sintiendo extraña... no, diferente...", comencé tentativamente, claramente insegura de mí misma.

Esta reticencia no estaba en mi naturaleza.

"Estoy bien físicamente." Agregué rápidamente cuando comenzó a escribir en su libreta. "La doctora Souto me valoró como que estoy muy bien de salud. Siempre he tenido una complexión atlética."

"Apuesto a que eres nadadora", me dijo con un toque de admiración en su voz.

"¿Cómo lo sabes? Oh, claro, debe de estar en el informe de la doctora Souto."

"Solo una suposición." Respondió mientras escribía algunas palabras más en su libreta.

"De ...