Eres mía (encuentro) - Relatos Eróticos

Eres mía (encuentro)

... avergonzadas, sin duda se sorprendieron de que me acercara a su mesa.

—Ya perdonareis por el escándalo. Los dos chicos con los que había estado mi amiga la han dejado con las ganas…

Todos en la mesa se quedaron mudos: los chicos no sabían dónde meterse y ellas eran conscientes de que les había dado una bofetada imaginaria, pero no sabían por dónde había venido.

—Si hay algo que no sabéis… se lo podéis preguntar a vuestros chicos…—les dije con una sonrisa, sabedora del tsunami que provocaban mis palabras.

Me di la vuelta sin esperar su respuesta y me marché dejando a los cuatro con un montón de preguntas incómodas. Al llegar a la altura de María, vi que ella esperaba expectante y en su mirada intuí que se moría de ganas por preguntar. Una vez en la calle, las dos sonreímos divertidas y por supuesto, ella no aguanto la tentación…

—Si vieras la cara con la que se han quedado los cuatro… ¿Qué les has dicho?

—De vez en cuando la juventud necesita un baño de realidad, solo eso.

—Pues me hubiera gustado quedarme para ver como terminaba la cosa.

—Me parece que esos “chavalotes” tan guapos van a dar muchas explicaciones a sus novias.

—¡Que cabrona has sido!

—Estaban riendo solas y he querido que riéramos todas. No hay que ser egoísta ¿No crees?

—Ja, ja, ja —lanzamos una carcajada al unísono mientras nos alejábamos de allí.

Eran las nueve de la noche y llamé a Jorge para decirle que llegaría tarde y me excusé diciendo que había ido a tomar algo con las compañeras del curso; era esta una nueva mentira, una más… después de colgar, entramos a un restaurante japonés cercano. Al cruzar la estancia para llegar a nuestra mesa, todas las miradas se centraron en María; hombres y mujeres la observaban de soslayo y comentaban a nuestro paso. Era fácil adivinar el deseo en las caras de ellos, miradas que cambiaban por completo cuando se trataba de ellas, en su caso, siempre a medio camino entre los celos y la censura.

Estaba a gusto con María, pero en el fondo me sentía mal; había pasado algo que no había planeado y eso me desencajaba. Nunca había sido infiel a mi marido, y ahora lo había sido con una mujer. Sabía que las mentiras tienen las piernas cortas, que tarde o temprano siempre hay un error que tira todo por la borda y eso me preocupaba.

—Jorge nunca se puede enterar de lo que ha pasado hoy…

—Vamos a quedar los tres… seguro que le gusta.

—Eso es diferente; él ignora que estamos ahora juntas, además, lo que ha pasado en el baño no estaba planeado.

—Me pone mucho saber que he sido la primera mujer… ¿Qué te ha parecido?

Pensé la respuesta.

—Es diferente… todo es más íntimo y sensual, es como si supieras en todo momento como, cuando y donde.

—¿Te ha gustado?

—No lo tenía pensado y por eso, ahora estoy un poco descolocada, pero sí que me ha gustado. Ha sido el mejor dedo...

—Mmmmm… me pone mucho saberlo.

Me sentía un poco descolocada con la conversación. Todo lo vivido aquella noche había sido ...