Las fantasías de un hijo con su madre XVIII - Relatos Eróticos

Las fantasías de un hijo con su madre XVIII

... fue que una vez succionados, los abofeteaba hasta dejárselos rojos.

Raquel: ¡Sí, sí, siga doctor, por favor! - berreaba.

Manuel: ¡Joder, eres mucho más zorra de lo que pensaba! — gimió mientras le sacaba la verga del coño y se la metía en el culo.

Aulló de dolor. No la había preparado. El culo le ardía y aun así le daba igual porque su hijo estaba frotándole el clítoris y ella ardía de necesidad.

Raquel: ¡Más, más! —suplicó.

Manuel bombeó sin descanso, perforándola el ojete, amoldándolo a su tamaño, abriendo una y otra vez los estrechos pliegues de su recto. Después de unos minutos, abandonó su culo y se puso a alternar sus agujeros aferrándose de los pezones. Raquel se sentía una yegua, un animal de monta y él su semental. Sin poder evitarlo, Raquel se corrió al oír a su hijo darle a orden de hacerlo.

Manuel: ¡Córrete puta! — gimió mientras le retorció los pezones y la llenaba de semen el coño.

Raquel: ¡Oh sí, tu puta se corre, sí, me encanta, sí, me corro, me corro, sí, sí, sí! - berreaba.

Ambos se corrieron a la vez. Y cuando Manuel terminó, subió hasta su cara para separarle los labios y limpiar su verga en el interior de su boca. Cuando terminó le dejó algo de tiempo para que descansara, luego la aseó y se aseó él.

Raquel: ¿Esta era una fantasía tuya, pervertido mío? - curioseó.

Manuel: Sí, la verdad, desde que diste a luz llevo tiempo queriendo hacerlo - confesó.

Raquel: Cuando quieras - dijo besándolo y riendo - Debo confesar que me has dado una idea.

Ese día no ocurrió nada más. La familia se comportaba normal. Pero Raquel pensaba en otra cosa que le excitaba, quería hacer de psicóloga de su hijo, que se le confesara y follárselo. Le daba mucho morbo. No tardó mucho en cumplir esa fantasía. Se encontraba Manuel en la habitación, estudiando. Roberto se había llevado a los bebés a casa de su madre para que descansara un rato Raquel y para que Manuel pudiera estudiar. Se vistió con una falda por la rodilla muy ajustada, sin nada debajo, una camisa de seda con los últimos botones desabrochados, mostrando el sujetador blanco de encaje que llevaba, con el pelo recogido en un moño y unas gafas, junto a unos tacones blancos con mucho tacón. Así se sentó en el salón, y llamó a su retoño.

Raquel: ¡Manu! - llamó - ¿Puedes venir?

Manuel: Voy - gritó.

Raquel esperó sentada en el sillón al lado del sofá y cogió un cuaderno y un bolígrafo para meterse en el papel. Manuel llegó al salón vestido solo con unos bóxer. Se sorprendió de ver así a su madre, no entendía qué quería, pero sospechó que tenía algo que ver con la fantasía que le dijo que quería hacer.

Manuel: ¿Me llamabas? - dijo curioso.

Raquel: Por supuesto, querido, su madre me llamó para pedir una cita, túmbese aquí - dijo señalando el sofá - Me dijo que tenía usted problemas.

Manuel: ¿De qué? - dijo curioso, obedeciendo y tumbándose.

Raquel: Dice que la mira mucho, que la espía, que le ha pillado masturbándose en varias ocasiones ...