Rito de iniciación
Fecha: 02/08/2019,
Categorías:
Gays
Autor: Gavin, Fuente: SexoSinTabues30
... encuentro con mi tomahawk en alto y dando alaridos para llevar conmigo a los espíritus de los guerreros.
– ¡Billy, alcánzame el arma, maldita sea! – gritaba el hombre, que no podía ponerse de pie.
Pero el chico tomó el rifle y tiró lejos.
– ¡Hijo de puta! – le gritó el barbudo. Yo ya estaba encima y con un golpe de mi hacha le corté una mano. Un chorro de sangre salió del muñón mientras el hombre chillaba como un cerdo.
Su sexo estaba a la vista. Sabía que allí estaba la fuerza del colono y que en los rituales los guerreros comían los testículos de hombres y bisontes para hacerse más poderosos. Saqué el cuchillo que llevaba en la cintura.
El hombre adivinó que iba a castrarlo e intentó detenerme moviendo sus piernas. Le di una cuchillada en la pierna. Los alaridos del hombre hicieron volar a las aves que estaban en los árboles.
Sentí una mano en el hombro.
-No lo hagas sufrir.
-Te hizo mucho daño.
-Sí, pero no hace falta esto. Mátalo.
Por mí habría estado horas despellejándolo vivo, pero sentía respeto y cariño por el chico rubio -ahora sabía que se llamaba Billy- y degollé al hombre rápidamente.
Billy me ayudó a quitarle la ropa. El arma y los cartuchos eran muy valiosos para mi tribu. Cuando empecé a destriparlo, el chico se apartó.
Allí quedó el cuerpo del barbudo, sin su cuero cabelludo, con el vientre abierto y castrado. Billy me llevó hasta la carreta donde estaban las demás pertenencias del colono. Elegí algunas prendas del hombre, pero dejé las de Billy.
– ¿Sabes manejar la carreta?
-Sí, por supuesto. ¿Quieres que te lleve hasta tu tribu?
-No sé. ¿Si otros colonos te encuentran, volverás a ser esclavo? ¿Volverán a tratarte como mujer?
-Él era mi dueño. Está muerto, tú lo mataste; ahora soy tu esclavo.
-No soy tu dueño, soy tu amigo.
Entonces el muchacho se arrojó en mis brazos, sollozando. Fuimos al río. Quería lavarme la sangre y purificarme. Algunos buitres ya volaban en círculos en lo alto.
Billy me llevó hasta el claro, donde había un césped mullido, y allí gozamos uno del otro hasta el atardecer. No sabía que nuestros cuerpos eran capaces de tanta satisfacción, de tanto cariño mutuo y a la vez, de tanto placer salvaje.
Mientras penetraba una vez más al chico, que gemía de placer, observé a un chacal devorando las entrañas del barbudo ante la mirada atenta de unos buitres. Era una señal.
-Es hora de volver a los míos- le dije al chico, acariciando su pelo- ahora eres libre y dueño de una carreta bien provista. Cuídate mucho, Billy.
-Lo haré, guerrero. Me iré lejos, pero siempre estarás en mi corazón.
Nos dimos un largo beso de despedida.
Volví con las primeras estrellas a la aldea. Todos se admiraron de la cabellera pelirroja y del rifle que había traído. Esa noche, entre danzas e invocaciones, comí los testículos del pelirrojo. Cuando los brujos me preguntaron, les conté lo ocurrido pero omitiendo lo relacionado con el chico blanco. Ese era un asunto entre los ...