1. Abuela cariñosa


    Fecha: 25/07/2019, Categorías: Incesto Autor: Alphy Estevens, Fuente: CuentoRelatos

    ... unas cervecitas bien frías. Esas nunca fallaban para recuperarme de la resaca.
    
    El olor de la sopa que me estaba preparando la abuela, se colaba por la ventana que separaba la cocina del corredor donde estaba. Ya aproximándose el mediodía, no faltaba mucho para que la abuela me llamara a deleitarme con ese caldo que levantaba los muertos, como ella decía. En efecto…
    
    -Pedrito, Pedrito, venga a comer -se escuchó a través de la ventana
    
    -Voy, abuela, enseguida -Le respondí desde la hamaca.
    
    Recogí las latas vacías y me dirigí cuidadosamente al comedor para evitar resbalarme en el piso empapado de agua.
    
    -Esta sopa te va a revivir. A tu abuelo se la preparaba todos los domingos y lo ponía a tono luego de sus largas partidas de dominó sabatinas. Es milagrosa -añadió.
    
    Nos sentamos a disfrutar de aquella delicia caliente y, ciertamente, con cada sorbo sentía los efectos reparadores sobre mi estropeado cuerpo. Disfrutamos mucho el momento. Noté a mi abuela menos desanimada. Me comentó que tenía dos años que no salía. Se desahogó hablándome de la falta que le hacía el abuelo y de todo lo que había tenido que pasar para ir superando poco a poco su ausencia. Su rostro se iluminaba cada vez que lo nombraba.
    
    Nos quedamos charlando amenamente en la sobremesa y yo le ofrecí un vodka con jugo de naranja para complementar la exquisita sopa que nos habíamos comido. Afuera, la lluvia seguía cayendo y la brisa se incrementaba sin cesar. La abuela observaba con preocupación, como el agua inundaba el corredor de la casa.
    
    -Voy a buscar el haragán y el tobo para escurrir el piso del corredor. Si me descuido se va a meter para el comedor -me dijo.
    
    -¿Te ayudo, abuela? -Me ofrecí.
    
    -No mijo, quédese tranquilo en su chinchorro que yo me ocupo -agregó.
    
    -Sírvame otro coctel para quitarme este frio.
    
    La brisa refrescante y fría, se colaba por las ventanas y la puerta hacia el interior de la casona. Serví dos cocteles más y me instalé nuevamente en la hamaca.
    
    Llevaba pocos minutos y apareció la abuela con los peroles a escurrir el agua que fluía por el piso.
    
    Desde el chinchorro, observaba como mi abuela luchaba con el ventarrón. El ruido de los loros y los alegres sapos, retumbaba en el corredor de la vieja y bien conservada casa colonial. Ahí tumbado, recordaba mis encuentros con mi novia. Lamentablemente, algo frustrante porque no tuvimos la oportunidad, por la cantidad de gente, de enrollarnos en la cama como lo hacíamos en mi casa cuando mis padres no estaban. Evocando esos momentos, me acaricié la polla como consolándola por no haber tenido actividad en mi cumpleaños.
    
    La Abuela Soledad, trapeaba y empujaba el haragán con ritmo endemoniado. Su camisón de algodón, estaba empapado de agua producto del rocío que se colaba a través de las matas. Por primera vez detalle a la abuela con atención. El efecto de la lluvia y la paz que se respiraba, lograron que mis sentidos se concentraran en ella.
    
    Como les dije, tenía 54 años. Si me ...
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