1. Abuela cariñosa


    Fecha: 25/07/2019, Categorías: Incesto Autor: Alphy Estevens, Fuente: CuentoRelatos

    ... bikini negro. Sus muslos doblados se veían imponentes y juveniles a pesar las incipientes pistolas que se le formaban a los costados. La hamaca comenzó a bambolearse suavemente y la cuerda emitía un chirrido al roce con la viga que la sostenía.
    
    Yo no sé si mi abuela se percató de aquello, lo que si les puedo decir es que tardó más de la cuenta en esa posición. Abría las piernas imperceptiblemente y mostraba con mayor claridad su coño finamente rasurado. Estaba a punto de venirme y la hamaca se movía con mayor intensidad. Los amarres seguían con su sonido característico y mi mano arreciaba sus movimientos sobre mí polla.
    
    Seguía lloviendo a cántaros, los esfuerzos de la abuela por escurrir el agua no cesaban. Pajearme con el short playero que llevaba era muy incómodo. Tratando de alargar mi venida y buscando liberar mi polla de la presión de mis prendas, bajé un poco el ritmo y subí mis caderas para quitarme el carcelero que impedía la libertad de mi polla presa.
    
    -¡Qué lluvia tan fuerte está cayendo, Pedrito! -me dijo desde el piso.
    
    -Sí, abuela, está lloviendo muchísimo -Respondí.
    
    Sus palabras me trajeron de vuelta a la realidad. Era mi abuela ¡por dios!
    
    Pero mi polla no pensaba igual. Seguía firme como un guardián del Vaticano. Mi abuela se paró y colocó el tobo justo al lado de la hamaca. Yo tapé mi polla descubierta con una diminuta almohada que tenía conmigo. La tenía como a cincuenta centímetros de mí. Ya podía percibir su aroma remojado combinado con el perfume de la noche de mi cumpleaños. En aquel momento ni me percaté de esa fina colonia, ahora, sus exquisitos aromas me llegaban sutilmente a mi sentido olfativo y agregaban un ingrediente más a la libidinosa escena.
    
    Siguiendo con su rutina, se agachó nuevamente y en esta oportunidad me mostró sus lindas tetas achocolatadas y con unos pezones brotados debido, tal vez, a la fría agua que le empapaba la franela. Los tenía algo caídos pero no dejaban de ser endemoniadamente hermosos. Por momentos, me provocaba saltar sobre ellos y lamerlos hasta el cansancio.
    
    Su proximidad, me impedía hacer movimientos muy bruscos. Mi paja, se limitaba a manosear mi cabeza resbaladiza y uno que otro sacudón producido con la muñeca. En esa posición tan sensual y provocativa, la abuela parecía una diosa. En un momento que me dio la espalda, giré imperceptiblemente y me puse en una posición más cómoda para mis manoseos cada vez más fuertes.
    
    Ahora el espectáculo era sus voluptuosas nalgas que gritaban por ser liberadas del diminuto bikini. La humedad incrementaba la transparencia de su prenda. Sus nalgas se paseaban a escasos veinte centímetros de la hamaca. Con poco esfuerzo podría haberlos mordido sin moverme mucho. Su hermoso culo tropezaba juguetonamente el borde de la hamaca. Quería apretarlos y meter mi cara entre sus nalgas y fundir con pasión mi lengua con su diminuto orificio anal. Estaba a reventar. Imprimí cuidadosamente un poco de velocidad a mi mano, cuidando no ser detectado ...
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