1. Clases de natación (parte 2)


    Fecha: 05/11/2022, Categorías: Fetichismo Gays Autor: Anonimo, Fuente: SexoSinTabues30

    ... generando en mí una sensación de impaciencia.
    
    Una pared aislaba las duchas del vestuario. Tras ella escuché perderse los pasos de mi amigo y, enseguida, el sonido del agua recorriendo su cuerpo. Aquella idea despertó algo en mí. No sé si fueron las hormonas o el morbo del vestuario, pero sin añadir palabra, regresé a mi taquilla y me quité el bañador, guardándolo en la bolsa. Después, algo incómodo y excitado por mi propia desnudez, seguí los pasos de Héctor.
    
    —¿Te animas?
    
    —No quiero llevar el pelo lleno de cloro —respondí.
    
    —El cloro es molesto, y tú tienes mucho —No se refería al de la cabeza.
    
    En realidad, no tenía demasiado, pero destacaba sobre mi piel porque era muy blanquito y delgado. Cualquier pelo, por fino que fuera, por contraste se hacía evidente. En las piernas casi no me salía, tenía los muslos blancos, el pecho liso, los glúteos despejados y las axilas con una pequeña fila casi imperceptible. En el único lugar en el que abundaba era en mi entrepierna: nacía de mi tronco un espeso arbusto oscuro que se extendía en forma de triángulo hasta la altura del elástico del calzoncillo.
    
    Me situé bajo la ducha colindante a la suya y pulsé el botón, imitándole y frotándome el cabello bajo la cascada, mirando de reojo su entrepierna lampiña.
    
    —¿A ti no te sale o es que te afeitas? —pregunté, con la polla de Juan en mente. El repetidor se afeitaba, aunque el resultado no se parecía nada a lo que podía observar en el cuerpo de Héctor. Le salía pelo por una superficie muy extensa y, al pasarse la cuchilla, se quedaba la piel irritada llena de cañonazos y señales, desde el ombligo hasta los muslos. Quizás por eso a Héctor no le llamaba la atención.
    
    —Nunca me los he recortado. Está mejor con pelo, como la tuya.
    
    —No es nada especial —dije restándole importancia—. Cuando tienes tanto, deseas tener menos. Es raro.
    
    —¿Te gusta mi polla? —preguntó de repente. La sostenía con dos dedos, alzándola para enseñármela—. Es larga, pero yo prefiero la tuya.
    
    —Si ves que tal, nos las cambiamos —bromeé.
    
    Esperé bajo el grifo a que hiciera su próximo movimiento, pero no hubo acercamiento esta vez. No me quitó los calzoncillos, no trató de oler mis axilas ni nada parecido. Tan solo me puso la mano en el hombro y me dijo algo del tipo: «eres un tío de puta madre. Me caes muy bien».
    
    A partir de ese día lo noté diferente durante las clases, más relajado y tranquilo. Su nerviosismo habitual había desaparecido. Y tres días antes de la siguiente clase de natación, empecé a topármelo más a menudo por los pasillos del instituto, a encontrármelo en cada rincón del patio y, por supuesto, a hablar más con él en clase. No lo consideraba mi amigo, al menos no uno de esos amigos con los que estás en los recreos y hablas fuera del instituto, pero tenía claro que nuestra relación se estrecharía pronto, quizás en la piscina climatizada, al volver al vestuario. No me equivocaba.
    
    Los demás hicieron cola en el baño, como ya era costumbre. Él, en ...