1. Clases de natación (parte 2)


    Fecha: 05/11/2022, Categorías: Fetichismo Gays Autor: Anonimo, Fuente: SexoSinTabues30

    Recordamos lo sucedido en las dos primeras clases de natación: Héctor hizo comentarios sobre el pelo que yo debía de tener en la entrepierna, a juzgar por los pelitos que empezaban a brotar bajo mi ombligo, y después de la segunda clase, cuando nuestros compañeros se habían marchado, se encerró conmigo en el baño y aprovechó para verme desnudo y descubrir el arbusto de mi entrepierna. Tras ello, se fijó con detenimiento en mis axilas y las olió con deseo.
    
    Pues bien, eso solo era el principio. Aquí va la segunda parte de esta historia.
    
    Después de ese extraño episodio, empecé a ver a Héctor de una manera distinta. Ya no me parecía tan gracioso, ni tampoco demasiado estúpido. Lo veía más humano, como si hubiera descubierto una faceta suya secreta, algo que solo yo conocía y que permanecía oculto para los demás. Esa extroversión y alegría que lucía ante la clase no era más que una máscara bajo la que se encontraba un chico inseguro y raro, probablemente fetichista.
    
    Si bien me planteé ser de los primeros en cambiarse para salir antes y no darle la oportunidad de forzar otro encuentro a solas, la idea de que volviera a encerrarse conmigo en el baño frenó mis pies y me invitó a hacer tiempo. No es como si deseara que ocurriera, sino que era consciente de que existía la posibilidad. Era algo que me repelía y, al mismo tiempo, generaba en mí una potente curiosidad, tanto que al final hice lo de la semana anterior: aguardé a que todos terminaran fingiendo que estaba recuperándome de las lecciones de natación y, cuando solo quedamos él y yo, lo miré y me puse en pie para acercarme al baño.
    
    —No queda nadie —señaló. No lo decía por decir. Pretendía que me cambiara delante de él, solo que esta vez en el vestuario, bajo la luz de los tubos fluorescentes, en lugar de en la oscuridad del WC.
    
    Dudé, casi diría que lo ignoré y me dispuse a seguir mi camino cuando añadió:
    
    —¿no quieres quitarte el cloro? Yo voy a darme una ducha.
    
    Nadie más lo hacía. Ni siquiera Juan, el repetidor, que se desnudaba delante de todos. Entrar a las duchas era algo impensable, como si estuviera prohibido. Pero Héctor quiso cruzar esa barrera. Me dio la espalda, se bajó el bañador y caminó descalzo en pelota picada hacia la zona de las duchas, a la que se accedía por un gran hueco, en sentido opuesto a los cuartos de baño.
    
    Nunca había pensado en un chico como algo hermoso o erótico ni nada parecido, y en condiciones normales, Héctor me habría parecido de los menos guapos de la clase. No gustaba a las chicas: hacía demasiado el payaso, tenía las orejas pequeñas y, aunque era alto, tenía un aire infantil que le restaban puntos con el sexo opuesto. Y sin embargo, físicamente era superior a mí. Se le notaban los abdominales, tenía brazos fuertes y un bonito trasero. Hasta yo me había dado cuenta. Era un culo redondo y liso, mientras que el mío era más bien plano y sin gracia. Si le daba vueltas al asunto, me parecía un gran partido, y casi me aceleraba el cuerpo, ...
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