1. Orgasmos Turbios [2]


    Fecha: 17/07/2019, Categorías: Infidelidad Autor: CVelarde, Fuente: TodoRelatos

    ... sobre la espuma, sus pezones inflamados, oscuritos, bordeados por un par de espaciosas areolas que me dieron ganas de chupar.
    
    Mi miembro se hinchó en mi entrepierna, golpeteando el bóxer y mi pantalón. Tragué abundante saliva y vi que Thelma tenía un cigarrillo entre sus dedos tras una larga calada, y unas bragas negras en el borde de sus dedos libres que giraban sobre sus ojos, diciéndome:
    
    —Aquí tienes, guarro pervertido, son para ti… para tu colección —me entregó sus braguitas cuando estiré mi brazo, y lo dijo con tal descaro que mi polla volvió a sacudirse dentro del pantalón. La perversa mujer me había descubierto, si no es que lo había sabido siempre—. Porque eso es lo que haces, ¿no, pedazo de depravado?, robarte mi ropa interior usada.
    
    Contemplé la erótica forma en que sus abundantes pechos flotaban en el agua, con sus pezones duros y sus areolas resplandecientes, y decidí quitarme la careta, respondiendo sin miramientos.
    
    —Ropa interior que usted deja en su cama apropósito para que yo la vea, para que yo la agarre y para que yo la huela.
    
    —¿Eso es lo que piensas? —me preguntó con sus labios pintados de color carmesí; hinchados, mullidos, y luego el cigarrillo entre ellos. Thelma dio una calada y el humo lo lanzó hacia los aires, elevando su perfecto cuello hacia el techo—. ¿Qué yo he dejado mi ropa interior para tu usufructo? Pobre diablo —se echó a reír—. Nunca pensé que te gustara oler las tangas usadas de… ¿cómo es que me llamas?, ah, sí, «la presumida castrosa.»
    
    ¡Mierda! ¿Cómo lo sab..? Ufff. Temblé, pero fue más un terremoto de calentura que de vergüenza.
    
    No supe qué responder, ni cómo actuar ni cómo comportarme ante esta paradoja. Lo único que atiné fue a recibir las bragas en mi mano y llevármelas por instinto a mi nariz, para intoxicarme con su aroma a hembra. Si ella era descarada, ¿por qué privarme yo de ello? Thelma tenía que saber cómo me ponía; tenía que saber lo mucho me gustaba extasiarme con el aroma de sus flujos vaginales impregnados en sus braguitas, y que mi mejor pasatiempo era embriagarme con ellas.
    
    Luego, descarado como ella, bajé sus bragas de mi nariz a mi bragueta, donde las sobé en un acto de irreverencia y obscenidad.
    
    —Sí, abogada, para mí usted es una niñita fresa hija de papi «presumida y castrosa...» y… además calentona —me sinceré, mientras ella daba otra calada a su cigarrillo y me echaba el humo directo a mi cara, excitándome sobre manera.
    
    Imaginé mi falo reemplazando su cigarrillo, apretándose entre sus carnosos labios carmesí mientras la punta de su lengua lamía mi glande.
    
    —A mí lo calentona se me quita comiéndome una buena polla, Pepe; pero a ti lo depravado y cachondo no se te quita ni volviendo a nacer —me desafió con una siniestra sonrisa.
    
    —A lo mejor lo depravado no se me quite con nada, abogada, pero… lo cachondo a lo mejor sí se me quita metiéndole mi «buena polla» a una golfa calentona como usted.
    
    La vida consiste en arriesgarte o arrepentirte por no haberte ...
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