1. Orgasmos Turbios [2]


    Fecha: 17/07/2019, Categorías: Infidelidad Autor: CVelarde, Fuente: TodoRelatos

    Recuerdo bien que fue un viernes por la tarde cuando ocurrió algo que cambió el rumbo de las cosas. Thelma Durán había llegado a casa más tarde de lo habitual. Apareció en la habitación furiosa, hablando por teléfono con su presunto prometido a quien acusaba de estarla usando… o algo así.
    
    El fulano se defendía y ella reviraba sus argumentos con gritos potentes. A mi culona no le importó que yo estuviera allí; le decía cosas a su prometido sin miedo ni vergüenza: «si sólo me buscas para darte las nalgas, cabrón, entonces búscate a una puta, porque no puedes ser mi novio sólo para las cosas buenas, pero te olvides de mí cuando más te necesito… ¿qué?... ¿eso es lo que piensas? ¡Pues a la mierda, cabrón! ¡A partir de ahora te olvidas de mí y quédate con tus amigos!»
    
    Y dicho esto Thelma cortó la llamada. Bufó, rabiosa, se quitó la ropa hasta quedar en prendas íntimas y se encerró en el baño mientras yo cortaba piso con la máquina.
    
    Me sentía muy incómodo después de todo lo que había oído. Deduje que Thelma estaba emputada porque su novio sólo le hablaba para coger, priorizando a sus amigos y dejándola a ella en segundo plano, sólo cuando necesitaba favores. Si era así, obviamente me dije que la dama tenía razón para estar molesta. Por eso no me esperé que diez minutos después de que ella se metiera a su baño privado, Thelma me hablara con la voz más putona que pudo emplear, diciendo:
    
    —Pepe, ven por favor, entra.
    
    Su pedimento me dejó petrificado. ¿De verdad me estaba hablando a mí? ¿En serio me estaba pidiendo que entrara?
    
    —¿Me estás oyendo, Pepe? Que entres, ahora —insistió.
    
    Aquella fue la confirmación de que me hablaba a mí. Por alguna razón me necesitaba. Miré sobre la cama y me pregunté si había olvidado la toalla. ¿O para qué otra cosa una presumida castrosa calienta huevos como ella podía requerirme en el interior de su baño? ¿A caso osaba burlarse de mí otra vez, haciéndome pagar los platos rotos por culpa de su novio?
    
    No, no, esta vez sí que no se lo iba a permitir.
    
    —Voy, señorita, ahora voy —le respondí casi sin aliento.
    
    Con mi corazón bombeándome desenfrenado, mis rodillas temblorosas y mi garganta reseca, me levanté del suelo: abrí la puerta de la ducha y me encontré con que del otro lado de la mampara transparente estaba el bulto de aquella deliciosa dama que parecía estar metida en el interior de la bañera.
    
    —¿Señorita? —la llamé con los nervios encendiéndome la piel. La sombra del cuerpo de aquella hermosura de mujer detrás de la mampara me estremeció—. Usted dirá, aquí estoy.
    
    —Ven, abre la mampara.
    
    Su voz cachonda. La mampara cubierta de vaho. La sombra de su cuerpo dilatando mis pupilas. Mi corazón latiendo con ahínco.
    
    —Ahora voy… Thelma.
    
    Arrastré mis pies hasta el límite divisorio del váter y la ducha. Palpé la mampara y la recorrí del riel hasta abrirla. Entonces encontré, arrobado por el placer, su cuerpo sumergido en una bañera a medio llenar, con sus preciosos y enormes pechos flotando ...
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