1. Orgasmos Turbios [2]


    Fecha: 17/07/2019, Categorías: Infidelidad Autor: CVelarde, Fuente: TodoRelatos

    ... comía alternativamente, primero uno y luego el otro, sin dejar de mirarme.
    
    —Ufff, abogada… qué bien me la está chupando.
    
    —¿Te gusta, guarrote?
    
    —Me encanta, mamacita.
    
    Yo no pude aguantar la tentación de estrujarle sus enormes tetas… y sí, ¡claro que eran naturales! Grandes, redondas, hinchadas, esponjosas y gloriosas. Apenas si cabían en mis largas manos cuando las aplastaba una con la otra de manera que ella sólo atinaba a jadear con sutiles «Ahhh», «Huuumm», «qué rico…»
    
    Como era de esperarse, a los pocos minutos cerramos la mampara de la bañera. Thelma misma me puso un condón que cogió de la esquina de la bañera, por lo que di por enterado de su deseo porque la penetrara. Después la levanté, la puse contra el cristal de la mampara, y, con su culo en pompa y yo completamente erecto, producto de tantas semanas contenidas y provocación, comencé azotarle sus enormes nalgas con mi trozo.
    
    Thelma tenía las palmas extendidas en el cristal. Sus pechos aplastados contra él. Su espalda enarcada hacia adentro y sus deliciosos glúteos echados hacia mí.
    
    —Anda, cabrón, sé hombre y métemela de una vez —me gritó empinando su culito hacia mi verga, restregándomela, hambrienta, meneando las caderas.
    
    —Suplícame, presumida castrosa —le dije, acariciando su cabello mojado, su cuello, su espalda. —Anda… suplícamelo—. Metí mi miembro entre la raya de sus dos carnosas nalgas, que ya babeaba de placer, y luego me incliné un poco más hasta ella para decirle en su oreja izquierda—; suplica a este empolvado albañil «naco y corriente» al que humillaste tantas veces, que meta su polla en la majestuosa y refinada vagina de una deliciosa y suculenta abogada, fina, decente y elegante… como tú.
    
    —¡Que me la metas, guarro, ahora, o lo haces o te largas de aquí!
    
    Si no insistí en devolverle las humilladas (obligándola a que me suplicara cogérmela) fue porque mi polla me urgía recatársela hasta el útero. Y así lo hice, cuando mi glande envuelto en látex se encontró con sus encharcados pliegues que se abrieron golosos y ávidos hasta succionarme.
    
    —¡Aaaahhh! —gimió al sentirme dentro, con sus nalgas pegadas a mis piernas.
    
    —¡Uffff, Thelma…!
    
    ¡Carajo! Su caverna era calientísima, esponjosa, carnuda, y apretaba tan delicioso en cada embestida que me pregunté si acaso era virgen (aunque visto lo visto, su coño era más experto que un político en gestiones). Parecía que quería arrancarme la polla a folladas, por la forma en que meneaba el culo y efectuaba sus movimientos adelante y hacia atrás, intentando calmar esa fogosidad que le ardía por dentro.
    
    Pude imaginarme sus tetas aplastadas contra la mampara, expandidas, con los pezones doblados por la fuerza empleada en cada perforada.
    
    —¡Duro, cabrón, métemela toda, hasta el tope! —me sorprendió que aquella elegante y fina dama me gritara cosas tan obscenas como esas, entre jadeos, calentándome más. Y yo aceleré las embestidas, como un buen esclavo de su voluntad—. ¿Es todo lo que tienes para mí, sucio ...
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