Algo en el Aire - Relatos Eróticos

Algo en el Aire

... decirle que la apagase, me senté a su lado a ver que estaba viendo.

Como cualquier chica de 19 años he visto porno antes, pero siempre estando a solas en mi habitación, nunca junto a otra chica, además no se trataba de una película porno normal, sino de una película donde jóvenes muy bellas, la mayoría estudiantes de una edad similar a la nuestra acababan esclavizadas de diferentes maneras, siendo luego vendidas en una subasta y folladas de forma inmediata por sus nuevos dueños, aunque la mayoría de ellas ya llegaban a la subasta bien folladas y ansiosas por disfrutar de nuevas pollas.

Todas las estudiantes de esta universidad privada somos conscientes de las Leyes de Esclavitud Femenina que imperan en los Estados Unidos y varios países más, precisamente por ello y para evitar que acabásemos con un collar adornando nuestro cuello, fuimos enviadas aquí por nuestros padres antes de cumplir los 18 años, a territorio canadiense a unos pocos kilómetros de la frontera.

A los pocos minutos de sentarme al lado de Esther, pude ver como metía su mano por debajo de su falda y comenzaba a moverla dentro de su ropa. Puedo ser virgen y haberme masturbado tan solo unas pocas veces a solas en mi habitación, pero pronto me resultó evidente lo que Esther estaba haciendo.

Cada vez me sentía más excitada viendo las imágenes en la televisión, en la pantalla se mostraba como dos aspirantes a una fraternidad eran sorprendidas robando en una tienda de lencería, donde después de ser desnudadas y colocadas en una picota eran violadas por los guardias de seguridad y por cualquier cliente que entrase en la tienda, a pesar de la situación, las chicas no tardaron en comenzar a gemir de placer.

Tardé un poco en darme cuenta de que los gemidos que oía no solo provenían de la televisión, a mi lado Esther había comenzado también a gemir producto de su mano jugando con su coño, quería masturbarme pero no me atrevía a hacerlo delante de ella, estaba a punto de levantarme de la cama cuando de pronto sentí la mano de Esther metiéndose por la cintura de mis pantalones de deporte, llegando rápidamente a mi coño mojado.

Cerré los ojos ante la extraña sensación de unos dedos que no eran los míos acariciando mi coño, y pronto las dos manos de Esther se movían al mismo ritmo cada una jugando con un coño, cuando sentí como los dedos dejaban de acariciar mi coño y se introducían dentro solté un fuerte chillido, y pronto mis gemidos igualaban a los de mi compañera y ambas estallamos simultáneamente en el orgasmo. Esther sacó la mano de mi coño llevándosela a la boca para limpiar mis jugos mientras llevaba la mano que había tenido en su coño a mi boca para que hiciese lo mismo.

La sensación de sus dedos mojados entrando y saliendo de mi boca y el sabor extrañamente agradable de sus jugos casi me provocan un segundo orgasmo, pero por suerte Esther se levantó de la cama y salió de la habitación mirándome con una sonrisa.

Al día siguiente de esa primera experiencia con ...