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La profesora de matemáticas 26
Fecha: 15/07/2019, Categorías: Incesto Autor: baltrex1, Fuente: TodoRelatos
... sí. - Te lo enseñaré siempre que quieras. - Ay. - Dijo algo azorada. Respiró hondo y trató de recomponerse. - Debo decirte algo. No era la primera vez que te veía desnuda. Hace poco te espié saliendo de la ducha. - ¿Cómo? - Dijo elevando el tono. - Pero eso, tampoco está bien. Debes respetar mi intimidad. - Lo siento. - Hijo, debes de calmarte y pensar seriamente en lo que te he dicho. - Sí. ¿Pero no te halaga que te encuentre atractiva? Como mujer digo… - Como mujer sí. - Respondió algo seria. Alberto se inclinó y la besó en los labios suavemente. Mariví se sorprendió pero no rechazó la lengua que se abría paso en su boca. Le agarró una teta y la reclinó en la cama. - No, hijo, para. - Dijo poco convincente. - Dime que no te gusta y pararé. No hubo respuesta y Alberto le sobó las tetas a dos manos. Mariví, superada de nuevo, se dejaba hacer, incrédula ante lo que estaba pasando. Alberto le levantó la camiseta y disfrutó del tacto suave de las tetas de su madre bajándole el sujetador. Se incorporó y la dejó con las tetas al aire. - Mira como me gustas. Se bajó el pantalón y mostró orgulloso su polla totalmente erecta y dura. Mariví hizo un gesto de asombro pero no pudo dejar de mirar el pene de su hijo. - Tócala, por favor. Mariví se incorporó indecisa, sentada al borde de la cama. - Venga. Por fin se decidió a acariciarla y sentir su dureza y vigorosidad. - Qué gusto me das, tienes las manos muy suaves. - Tienes un pene muy bonito. - Dijo con voz casi temblorosa. - Por favor, hazme una paja, verás mi semen. - Pero hijo, no… Alberto cogió un pañuelo de papel. Mariví empezó a pajear la polla de su hijo, intentando abarcarla bien con su pequeña mano y el tamaño de su pene. Alberto se corrió y Mariví contempló fijamente como salía semen a borbotones. Se quedó mirando esa masa viscosa. - Gracias, mamá. Mariví no dijo nada, se recompuso el sujetador y salió de la habitación. Pensando que había perdido la autoridad sobre su hijo y que ahora era él quien la controlaba a ella. No pudo evitar olerse la mano antes de lavársela. Efectivamente, desde ese día, Alberto aprovechaba cualquier momento en que se encontraban solos. Bien la besaba, le metía mano o incluso le bajaba la ropa. Incluso en ocasiones le enseñaba su pene y le invitaba a tocarlo. Mariví se dejaba hacer. Cada vez sentía un mayor placer morboso y pensaba que si no podía evitarlo al menos quería relajarse y disfrutar. Pasados unos días, Alberto se decidió y fue al dormitorio de Clara a contarle el episodio de la cocina en el pueblo. - ¡Hala! - Dijo abriendo la boca y llevándose una mano. - Ya me sospechaba algo porque no hay más que ver cómo la miras. Eres un depravado. - También soy depravado contigo y bien que te gusta. - Bobo. - Venga, que esto ya lo hemos hablado. - Sí. Seguro que habrá ido a hablar contigo. Alberto asintió sonriendo y le acabó de contar la historia. Un hala más exagerado que el ...