1. Lembranzas 06: zorra


    Fecha: 13/07/2019, Categorías: Incesto Autor: Clementine, Fuente: TodoRelatos

    ... primarios, casi animales. Me manoseaban con ansia rozándome la piel con sus manos duras y ásperas. Frotaban en mí sus pollas duras. Comenzaron besándome para, enseguida, morderme. Bufaban como bestias y me zarandeaban tirando de mí, tratando de llevárseme cada uno a sí mismo.
    
    Y yo miraba a papá exagerando el martirio a que me sometían como si sufriera, como si no notara empapárseme el coño al sentir sus dedos gruesos escarbando en él, como si no se me estuvieran poniendo los pezones como piedras, como si no me volvieran loca sus palmetazos en el culo. Chillaba cuando me los pellizcaban, cuando me palmeaban con fuerza.
    
    A medida que comprobaban que no había consecuencias, sus manoseos era más atrevidos, más duros. Me follaban el coño con los dedos, me mordían, me lamían resoplando, calientes como berracos. Resultaba evidente que no conocían más que a rameras de taberna. No sabían tratarme bien. Me sacudían, llevaban mis manos a sus pollas duras, y yo las agarraba con fuerza y les chillaba en las bocas animándolos.
    
    Sin saber cómo, me encontré en el suelo de rodillas. Matías de nuevo, fue quien decidió meterme la suya en la boca para, agarrándome la cabeza con aquellas manazas, comenzar a follarla. Literalmente, empujaba hasta meter mi nariz entre el vello jasco de su pubis para sacarla a continuación y repetir el proceso deprisa, incansablemente. Entre las lágrimas que me causaba, podía ver a papá quieto, muy quieto, con los ojos muy abiertos y la polla muy dura. No se tocaba. Se limitaba a mirarnos fijamente jadeando, con la respiración agitada.
    
    Debió ser José quien, agarrándome por las caderas, me colocó a cuatro patas. Me manejaban como a una muñeca, sin esfuerzo. Noté un dolor intenso cuando me la clavó en el culo. Ni siquiera se había molestado en lubricarme. Ni un poco de saliva, ni un dedo para prepararme. Nada. Solo una polla dura, una polla como de acero candente quemándome por dentro, obligándome a gritar desesperada, a llorar con aquella verga en la garganta. Nicolás, de rodillas a mi lado, me magreaba las tetas y me follaba el coño con aquellos dedos ásperos. Era el dolor, un dolor lacerante, desesperante, y una excitación brutal. Era la impotencia, la sensación de ser usada por aquella banda de garañones que parecían obtener el placer de un alarde de fuerza animal y primaria, entenderlo como un objeto a robar, como un derecho, que se enseñaban los dientes para imponerse entre ellos el derecho a follarme. Me sentía arrastrar.
    
    Y me dolía. Me dolía, me desesperaba, y me hacía culear como una ramera, chillar como una yegua. Me dejaba hacer por ellos temblando, gimiendo, lloriqueando, incapaz de reaccionar, dejándome llevar por aquella tormenta de pollas que me follaban, de manos que me sobaban, me palmeaban, me sacudían.
    
    Y me corría. Me corría con la piel ardiendo por las huellas de sus manos, con un escozor brutal en el coño y un dolor devastador en el culo, en las tetas, y ese ahogo de tener una siempre en la ...