1. Lembranzas 06: zorra


    Fecha: 13/07/2019, Categorías: Incesto Autor: Clementine, Fuente: TodoRelatos

    Manteníamos ese tipo de diálogos a menudo mientras papá me follaba a solas. Me sentaba sobre él en un sillón, o en la cama, y hablábamos muy cerca, con las caras casi rozándose. Hablábamos sobre cualquier cosa, nos besábamos, y nos corríamos durante algún momento de la conversación, que moría en ese instante.
    
    Aquella la mantuvimos alrededor de una semana después de la visita de los administradores. Necesité unos días para recuperarme. Me había quedado la duda acerca de la razón por la que había permitido que me follaran sin intervenir y había tenido tiempo para reflexionar sobre ello, así que aproveché el primer momento de íntima confianza para preguntar. No conseguía quitarme de la cabeza su imagen mirándome agarrado a su polla, su lechita salpicando el aire mientras me corría follada por otros frente a él.
    
    Pocos días después, dispuesta a experimentar cuanto habría de cierto o permanente en aquella inclinación que seguía pareciéndome anómala, decidí comprobarlo, y mandé que se preparara todo de tal modo que, tras la cena, en el salón central de la casa donde a menudo hacíamos la sobremesa, nos esperaran tres de los mozos de las cuadras de mi padre, a quienes había mandado lavar y vestir con ropa limpia.
    
    Eran tres muchachos mayores, de unos veinte años, salvajes, recios y fuertes que, pese a ello, parecían aterrorizados en aquella tesitura -cubiertos tan solo por camisones en la casa del marqués-, a quienes había escogido uno por uno. Ahora, con la perspectiva del tiempo, entiendo que, en cierto modo, quería comprobar algo más allá que la complacencia de mi padre, que su grado de aceptación de los cuernos con que tenía pensado coronarle de manera tan notoria: probablemente yo misma quería saber si aquel placer que había sentido exacerbarse a través del dolor, aquella intensa sensación de vulnerabilidad extrema, eran fruto de un día o una inclinación mía que seguiría acompañándome para siempre. Quizás tan solo quisiera sentirlo una vez más.
    
    Papá lo entendió con solo vernos. En silencio, sin mirarme a los ojos, ocupó su sillón preferido y se quedó quieto mientras me desnudaba ante aquellos mozos bravos provocando que la impresión que les causaba se hiciera evidente en los bultos puntiagudos que se formaban bajo los faldones blancos.
    
    Asintió en silencio con la mirada humillada mientras le desnudaba. Su polla estaba dura. Sentí que me mojaba pensándolo, sabiendo que me obedecería, que soportaría aquello, que yo, su princesa, volvería a ser follada ante sus ojos, en aquella ocasión por tres jóvenes salvajes y él lo vería, lo padecería en silencio y respetaría mi voluntad.
    
    Matías fue el primero. Era uno de los muchachos rubios de la aldea, un mocetón alto y fuerte, curtido y brabucón. Extendió su mano todavía con timidez y, al comprobar que nadie le reconvenía, fue animándose enseguida a magrearme las tetillas. Nicolás no tardó en seguirle, y José lo hizo segundos después.
    
    Me sentí atrapada entre ellos, en el centro de sus impulsos ...
«123»