1. La vendedora 2


    Fecha: 02/08/2022, Categorías: Lesbianas Autor: Virjal, Fuente: TodoRelatos

    ... como un choque eléctrico, sino como un suave chispeo húmedo. Contradictorio, lo sé, pero así lo sentí. No era doloroso, como los hombres suelen hacerlo. Nos conocíamos y sabíamos cuanto aguantábamos. Ella me estaba haciendo mojar y gemir con fuerza.
    
    —No te detengas —dije, apremiante y a la vez suplicante. Era una orden para que siguiera haciendo un buen trabajo.
    
    De nuevo su boca se unió a la mía y nuestras lenguas comenzaron a recorrerse mutuamente. Jugaban, luchaban. Ese ritmo era distinto al de su dedo frotando mi clítoris, por lo que mi cuerpo quería buscar sincronizarlos. ¡Dios! Cerré los ojos y permití a mi cadera moviéndose por su cuenta. Estaba cerca.
    
    —Quiero que me lo digas.
    
    Muy cerca…
    
    —¿Cuál es tu nombre?
    
    Mis gemidos aumentaron a velocidad.
    
    —¡Vamos!
    
    Ahora chillaba. Las chispas alcanzaron la pólvora y estaba por estallar.
    
    —¡DIMELO!
    
    La tomé del cabello y llevé su rostro contra el mío. A unos centímetros de su cara comencé a aullar al tiempo que la pólvora explotaba y me hacía retorcer. Estaba mojando mis pantalones. Grité su nombre.
    
    Entre jadeos y unos pulmones inflándose y contrayéndose, ella me miró, sólo que no supe descifrar su pensamiento. ¿Estaba decepcionada? ¿Frustrada? Sólo me miraba mientras sacaba su mano de mis pantalones. Estaba húmeda y apestaba a mi lubricación.
    
    —Bien —dijo por fin.
    
    Rogelio llegó un par de horas después. Tenía una caja grande en sus brazos y luego de saludarme con la cabeza la llevó a la habitación de atrás.
    
    —Espero que lo que estés fumando sea de nuestra reserva y no de la mercancía —dijo al volver y sentarse junto a mí. Le pasé el porro. Le dio una buena calada antes de devolvérmelo. —¿Qué es ese olor? —estuve por recordarle lo que fumaba, pero hizo otra pregunta —¿Y tu amiguita?
    
    Tuve que aceptar la realidad.
    
    —Se fue.
    
    Odio el aroma de la marihuana, pero hice un esfuerzo para sentirme calmada. Esa es la función de las drogas, alejar los problemas.
    
    A las dos de la mañana, los golpes en la puerta me recordaron que los problemas no desaparecen luego del humo blanco. Se esconden por unos momentos y, luego de crecer, buscan su camino hasta el sujeto de nuevo. Esta vez fue una anciana envuelta en un reboso, con su nieto a un lado.
    
    —Señorita, ¿es usted amiga de Martita?
    
    Asentí. Era obvio que ella no venía como clienta. Se arriesgaba mucho al salir de noche.
    
    —Escuché unos ruidos espantosos en su casa. Hubo gritos, luego llanto y al final algo como una explosión. ¿Puede ir a ver si todo está bien? ¿Sí? No me gusta tener nada que ver con su negocio, pero si le llegase a pasar algo a esa pobre niña, me destrozaría. Ya ha sufrido lo suficiente.
    
    Miré a Rogelio. Él se levantó un poco la camisa para mostrarme que ya se había puesto la pistola en el pantalón. Tal vez yo debía hacer lo mismo.
    
    Agradecimiento:
    
    Hola. Quiero agradecer el buen recibimiento que han tenido mis relatos y los comentarios que ha habido desde que empecé a publicarlos por aquí. ...
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